Después de un buen masaje y el largo viaje en el día de ayer, hoy he tenido tiempo de reconocer el circuito de mañana y comprobar que la recuperación, tras el esfuerzo del domingo, va por buen camino. Desde luego, se adivina una carrera dura, no por los adversarios, que en este caso y dada su altísima calidad tienen una incidencia menor. Yo voy a hacer mi prueba, cinco vueltas a un circuito de 2,2 kilómetros, con el objetivo claro de rendir a buen nivel.
Durante estos tres días, desde el domingo por la mañana, he prestado especial atención a la alimentación. Por supuesto, no de una forma obsesiva, aunque si he intentado seguir unas pautas correctas que me permitiesen una buena recuperación muscular y una nueva acumulación de reservas de cara a la prueba de mañana, buscando el equilibrio adecuado entre alimentos proteicos e hidratos de carbono. Así, para mañana espero estar al cien por cien, tanto muscular como energéticamente hablando.
Considero que una parte fundamental de nuestro entrenamiento se basa en unos hábitos alimenticios saludables y en consonancia con las exigencias energéticas de las cargas de trabajo a las que sometemos a nuestro organismo. Por eso, no deja de sorprenderme que un gran número de deportistas a menudo echa por tierra o deja de optimizar su entrenamiento debido a que obvia la importancia de llevar a cabo una dieta equilibrada. Los excesos alimenticios y la ingesta habitual de calorías vacías son enemigos fácilmente combatibles de un rendimiento deportivo adecuado.
No entiendo el principio de “entrenar para poder comer más”, del que muchos hacen su lema encubierto particular. ¿Por qué no adoptar una mínima disciplina alimenticia que optimice los resultados de nuestro esfuerzo? No se trata de hacer titánicos esfuerzos, sino de realizar pequeños ajustes en nuestros hábitos de alimentación, que a corto plazo nos harán sentirnos mejor y con más energía.
Come mejor, y correrás más rápido.
Al fin y al cabo, corremos lo que comemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario