jueves, 31 de octubre de 2013

Día 181: tal y como empezamos

Km recorridos (día/total): 10,4/1608,9                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/395

Hoy ha sido el último rodaje que hemos compartido Alberto, Tabu y yo. Pascual sigue con una sobrecarga muscular que le impide, de momento, ejercitarse, y Víctor se ha abonado a las horas más calidas de media tarde. En cualquier caso, la de esta mañana suponía la despedida de Tabu, que mañana a primera hora embarcará rumbo a España, y con quien ha sido un auténtico lujo coincidir hasta el día de hoy y desde principios de agosto en Herat. En breve nos veremos, si todo va bien, en Valencia.

Así, la salida de primera hora de la mañana, con frío intenso, aunque bajo un sol que disimulaba las bajas temperaturas, ha sido corta y tranquila. Cada vez cuesta más ponerse en marcha sin que suba el volumen de los quejidos de músculos y articulaciones. Lo bueno es que durante estos días uno puede establecer diferencias sustanciales entre lo que supone correr recién amanecido y algunas horas más tarde, cuando las temperaturas alcanzan unos valores cercanos a los veinte grados y rodar se convierte en algo verdaderamente placentero.

También es evidente que las frías mañanas han espantado a todos aquellos que hasta hace poco se asomaban al circuito de carrera antes de desayunar. Durante estos días, apenas nos cruzamos con uno o dos corredores, los asiduos que no entienden de temperaturas ni de cansancio acumulado. El resto ha ido desapareciendo, o al menos esparciéndose a lo largo del resto de la jornada, pues cierto es que en ese sentido algo se ha ganado con respecto al verano, y a día de hoy no hay franjas horarias prohibitivas por culpa del polvo y, sobre todo, el calor. En ese sentido, la única limitación irrefutable es la falta de luz a partir de las cinco y media de la tarde.

De nuevo a las tres de la tarde me he hecho al asfalto, en esta ocasión acompañado por Alberto y Juan, con quien a principios de mayo compartí mis primeros kilómetros en Herat. Ha sido una pena que haya estado parado casi todo este tiempo debido a una inoportuna lesión en su tendón de aquiles, pues habría sido un buen compañero de viaje, al menos de forma ocasional, a lo largo de nuestros muchos kilómetros. Bien es cierto que, en todos los demás aspectos, lo ha sido, y muy bueno además. No me canso de decir que, en todos los sentidos, y no únicamente en el deportivo, estar aquí me ha llevado a conocer a gente excepcional, como Juan, con quien he compartido muy buenos momentos. Personas de este calibre, tan profesionales y tan divertidas a la vez, serán, me temo, irrepetibles en los relevos venideros.

Como dijo él en su momento, vamos a finalizar la misión tal y como la empezamos: corriendo. Todavía recuerdo aquellas primeras carreras por dentro del merlón, allá por el mes de mayo. Eran nuestros primeros días aquí y teníamos todo un mundo por delante. Ahora quedan tan sólo once días para regresar a casa, y noventa y un kilómetros para alcanzar los mil setecientos. Me invade una sensación de cierta incredulidad. Después de todo lo que he vivido durante estos últimos seis meses, asoma por el horizonte el tan anhelado mes de noviembre. Mañana mismo estará aquí. Esto se acaba. Por fin.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Día 180: Alberto el Gorra

Km recorridos (día/total): 16/1598,5                                  Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/393
 
¡Qué rápidos transcurren algunos días aquí! El de hoy ha sido uno de esos en los que todos los acontecimientos han parecido encajar en una sucesión armoniosa y fluida desde primera hora, cuando los apenas tres grados de temperatura me entumecían las manos desnudas durante diez kilómetros y medio de carrera.
 
Alberto se ha convertido en el compañero de entrenamientos perfecto. A primera hora siempre espera un tanto encogido por el frío, o con cara de sueño si la noche anterior jugó su Atleti o le embaucaron en charlas hasta horas poco prudentes. Le cuesta un par de kilómetros o tres coger el ritmo, entre algún que otro suspiro que indica que todavía va un tanto forzado. Luego entra en calor y se agarra a la carretera con determinación, tal vez la que a mí me falta cuando se trata de sufrir. A veces se descuelga unos metros, y cuando uno cree que lo ha perdido, mira hacia atrás de reojo y le ve ahí, sufriendo y progresando, su estilo inconfundible en la máxima expresión, hasta entrar de nuevo a rebufo.
 
Cuando se detiene, se inclina hacia adelante y apoya las manos ligeramente por encima de las rodillas. Si el esfuerzo para entrar ha sido grande, se balancea levemente hacia atrás y dice que está un poco mareado. Entonces yo me río, no de él, sino porque intento de ese modo traerle de vuelta, en cierto modo, y contribuir a que se le pase el mareo. Le dejo unos segundos, y enseguida estoy apretándole para ponernos de nuevo en marcha y la sangre fluya nuevamente, en lugar de dejar que se le acumule en las piernas.
 
Echamos de nuevo a rodar, y de nuevo le cuesta un poco, sobretodo los primeros metros. Luego se pone a tono y aguanta lo que le venga con entereza, sufridor como buen atlético. Después de cada intervalo, para el Garmin y calcula el tiempo empleado. En esos momentos, yo juego a intentar adivinar minutos y segundos, consciente de que mis sensaciones me engañan pocas veces. Al terminar, le echa un vistazo al entrenamiento completo: tiempo, ritmo medio, kilómetros,... estira un poco, y se marcha contento como un niño con zapatos nuevos por lo realizado, que nunca es poco, y a él le sabe siempre a gloria.
 
Mañana tardará un par de kilómetros en perdonarme que hoy a mediodía me haya ido solo a rodar (me apetecía tanto sentir el calor y la brisa...). Al llegar al sur me he detenido delante de las montañas, contemplando los tonos marrones, las sombras, las líneas sucesivas dibujadas en el horizonte. He estado apenas un par de minutos, erguido, los brazos cayendo a ambos lados, las palmas de las manos ofrecidas al este, queriendo empaparse del momento, los sentidos intentando atrapar el olor, la luz, el colorido.
 
Para cuando me haya perdonado, entenderá que le debía esta entrada desde hace mucho. Ha sido mi alma gemela sobre el asfalto, mi fiel acompañante en los días de calor, en las mañanas de frío y sueño. Ha sido el regalo más inesperado de estos seis meses. Me adelanto unos días al escribirlo hoy, pero temo que más adelante se junten las emociones, los sentimientos de alegría y nostalgia lo contagien todo, y yo pierda la poca objetividad que pueda restarme, volviéndome incapaz de describir mínimamente lo que ha supuesto haber encontrado aquí, entre el polvo y tan lejos de casa, en medio de esta llanura pedregosa, a un buen amigo.

martes, 29 de octubre de 2013

Día 179: cuentas pendientes

Km recorridos (día/total): 10,4/1582,5                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/390
 
Ante el inminente regreso, voy siendo consciente de que la que comienza será una temporada de cuentas pendientes. Escribir este Diario de un corredor afgano, a ratos sufrido y a ratos imagino que monótono, me ha acercado a mucha gente a la que todavía no tengo el placer de conocer personalmente; también, en cierto modo, a otros a los que ya conocía, o los que he ido conociendo durante mi estancia en Afganistán, y que han podido llegar, a través de estas entradas diarias, a conocer mis impresiones, mis vivencias en este país lejano y desconocido para la gran mayoría, e incluso, leyendo un poco entre líneas, mis estados de ánimo y mis etapas de encuentros y desencuentros más íntimos.
 
Hay quien se ha tomado la molestia de escribirme mensajes de ánimo, de hacer alguna referencia a algo de lo que había escrito, de compartir mis entradas con otras personas, de llamarme, de interesarse por mí cuando me ha notado decaído,... Con otros muchos ha existido una cierta y callada complicidad, en tanto en cuanto han sido fieles seguidores de mi día a día en Herat, dejando de vez en cuando escapar un comentario o una discreta muestra de agradecimiento así, como si tal cosa, que a mi me alegraba el día.
 
No me atrevo a pensar que para alguno leer estas líneas haya supuesto una pequeña fuente de inspiración, pues resultaría demasiado pretencioso y, en cualquier caso, soy yo el que está muy agradecido a esas personas que, en algún momento, han encontrado en este diario un mínimo motivo para calzarse las zapatillas y echar a andar o a correr durante un rato.
 
Tampoco puedo expresar lo que ha supuesto para mí sentarme delante del ordenador cada día y dar rienda suelta a mis pensamientos e impresiones de la jornada. A veces, las palabras fluían y enseguida la pantalla se llenaba de mil cosas que quería contar. En otras ocasiones, era un suplicio intentar rescatar de mi colección de pequeñas vivencias algo que pudiese merecer mínimamente la pena ser leído.
 
Como decía, no obstante, y ya que esto no quiere ser ni es una despedida (aún quedan unas cuantas entradas por delante, para bien o para mal), he dejado atrás un montón de cuentas pendientes a pagar, en muchos casos, en forma de carrera. Con David, Antonio, Cris y Óscar espero encontrarme en la salida de los 101 km de Ronda 2014 (con Mariajo en Ronda 2015, si las cosas no cambian). Con Teresa, Lolo, Alfonso, Pelle, Jose, Javi, David, Guille, Alex y otros muchos espero tener muchas ocasiones de rodar en Murcia y en otros lugares. Los de aquí, los que corren y los que no, y de quienes me separaré en breve, están presentes en todas y cada una de las entradas de este diario, y de alguna forma en cada kilómetro recorrido. Estoy seguro de que con muchos de ellos volveré a compartir kilómetros en otros parajes más amistosos.
 
Por cierto, hoy de nuevo amaneció nublado. Llovía al este y al norte, a lo lejos, en las montañas. A mediodía la brisa era fresca y levantaba nubes de polvo en algunas partes del circuito. Sentía a cada paso la tierra y las piedras bajo mis pies. Sentía el corazón latir, la respiración agitada. Sentía el aire impactar contra el rostro. Sentía el sudor perlado en la frente y corriendo por la espalda. Sentía que era feliz y muy afortunado.
 
 
 

lunes, 28 de octubre de 2013

Día 178: resisto

Km recorridos (día/total): 5,2/1572,1                                       Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/388

Llevaba desde ayer por la mañana con unas sensaciones rarísimas: dolor muscular, debilidad, desgana,... En un principio pensé que tal vez se debía al cansancio acumulado y a los kilómetros. Hoy, sin embargo, me he levantado con esas mismas sensaciones, aunque un tanto acentuadas. La carrera de la mañana, aunque corta, ha sido un martirio, No me he encontrado bien en ningún momento, y ya a lo largo del día he ido sintiéndome un poco peor, así que a mediodía ni siquiera me he planteado salir, un tanto destemplado como estaba y sin ganas de nada.

En realidad, me alegro de que este estado se deba, en gran parte, a un leve proceso gripal, pues pasará, como todo, y volveré a encontrarme bien. Lo único que debo hacer ahora es relajarme y esperar a que pase. Aprovecharé, eso sí, para descansar lo máximo posible, ya que en estas condiciones sólo rodaré lo imprescindible. Seguro que en un par de días estoy como nuevo, o mejor.

La lástima es que hoy, a causa de mi decaimiento general, apenas me he permitido el lujo de disfrutar de una mañana en la que abundante nubosidad se extendía vastamente en todas direcciones hasta donde alcanzaba la vista. El espectáculo era digno de contemplar: no habíamos tenido unas nubes de este estilo, tan grises y compactas, en todo el tiempo que llevamos aquí. ¡Hasta puede que mañana llueva!

Luego, me he sorprendido echándole un vistazo, así, por encima, al calendario de pruebas de atletismo de esta temporada. Se acerca mi regreso, y lo cierto es que tengo muchas ganas de hacer un año diferente en muchos aspectos. Todavía me queda comprobar cuando se abrirán las inscripciones de los ciento un kilómetros de Ronda. Este año me quedé con la miel en los labios debido a mi despliegue en Afganistán, pero en mayo próximo me encantaría disfrutar de una prueba tan increíble como ésta, y hacerlo además en unas buenas condiciones físicas. Por el camino, puede que haya un cambio de planes con respecto a lo que he venido haciendo durante las últimas temporadas, especialmente si se lleva a cabo la 2ª Carrera Africana de la Legión en Melilla, a la que me encantaría asistir.

Todo esto queda ahora un poco lejos, cierto es, aunque no tanto como pudiera parecer. Lo que más me apetece ahora es disfrutar de la carrera a pie en un entorno un tanto distinto al actual. Dar vueltas al mismo circuito durante los últimos seis meses se ha convertido en una prueba de resistencia mental y física que estoy deseando olvidar en cuanto llegue. Creo que, tan pronto pueda, me llevaré a los perros al campo y correré sin un propósito concreto, arriba y abajo, tomando éste o aquel sendero, parándome cuando quiera a respirar el monte y la tierra húmeda; o trotaré por la orilla de la playa en compañía de Teresa y de David, charlando mientras me embargan el aroma de la brisa marina y el sonido de las olas al romper suavemente en la orilla.

Sólo quedan dos semanas y unas cuantas horas. Ciento veintiocho kilómetros. Quince o dieciséis salidas, a lo sumo. Me parece mentira que esto esté a punto de terminar...

domingo, 27 de octubre de 2013

Día 177: cada vez más largos

Km recorridos (día/total): 15,1/1567                                  Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/387
Esta mañana no había quien me sacase de la cama. Me ha costado muchísimo tomar la decisión de poner los pies en el suelo y comenzar el día. De hecho, he apurado hasta el último momento para salir a rodar cinco kilómetros y poco antes de la tercera y última carrera de orientación urbana que ha organizado mi compañero Xavi (qué crack, y qué buen trabajo ha hecho). Hacía frío y tenía muy pocas ganas, para qué negarlo. Aún así, después del breve calentamiento, y de comenzar la orientación con ciertas dudas, me he ido animando y, aunque me lo he tomado con mucha calma, o tal vez debido a eso, la he disfrutado muchísimo.
Al final, después de la entrega de premios, y para recuperar y completar la jornada deportiva, han caído otros cinco kilómetros más, esta vez a una temperatura mucho más agradable, aunque con el cansancio instalado en el cuerpo. De hecho, tengo la sensación de que ando un poco bajo de defensas y con ganas de tomar el relevo de Nacho, mi compañero de habitación, que ha estado fastidiado durante los últimos días. Todo se pega menos la hermosura.
Con esa sensación de andar un poco k.o. ha transcurrido el resto del día. Quedan dos domingos para volver a casa, y lo cierto es que no veo el momento. Estos últimos días se están haciendo muy pesados. Los días pasan rápido, la verdad, pero son tantos los que llevamos que parecen sumar bien poco. A día de hoy, sólo quedan quince días en estas tierras. Ha pasado tanto tiempo y tantas cosas, que ahora me siento un poco raro, acariciando la certeza de que, de una vez por todas, esto se acaba. Esa sensación de hastío se aprecia en los rostros de todos y cada uno de mis compañeros.
Anoche, por cierto, nos juntamos a ver el Barça-Madrid. No sé si debido a todo esto que cuento, o más bien al hecho de que a mí me gusta ver el fútbol ajeno a las polémicas y las salidas de tono, no disfruté nada del partido, principalmente porque hay gente, curiosamente ajena a nuestro ambiente, que no sabe estar. Supongo que es en ocasiones como éstas cuando se aprecia la inteligencia emocional de las personas. Es una pena, porque en nuestro grupo hay gente realmente divertida, capaz de festejar un gol del equipo contrario si con eso se lleva la porra...
Se me escapa un día más, y comienza mañana una nueva semana. En unos pocos días tendremos aquí a los que ocuparán en breve nuestro lugar. Será una sensación extraña verlos aparecer y saber, de una vez por todas, que esta vez somos nosotros los que nos marchamos. Quince días son ciento cincuenta kilómetros. Quince días en el conjunto de ciento noventa y tres son una ínfima parte.
Pero los kilómetros se me hacen cada vez más largos.

sábado, 26 de octubre de 2013

Dïa 176: de las pocas cosas bonitas

Km recorridos (día/total): 10,4/1551,9                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/385

A pesar de que esta mañana hemos retrasado la hora de salida hasta casi las ocho (por eso de que es sábado, nos lo podemos permitir), seguía haciendo bastante frío. La tarde de ayer fue heladora, con una sensación térmica de dos o tres grados. Esta noche los termómetros rozarán los cero grados, aunque se prevee que durante la próxima semana las mínimas suban considerablemente.

Así, saltar de la cama y ponerse en marcha se convierte en una tarea exigente, especialmente para músculos y articulaciones, que duelen y protestan a cada zancada durante los primeros kilómetros. En cualquier caso, Alberto y yo hemos dado nuestra vuelta de rigor, charlando tranquilos y disfrutando, eso sí, del cielo limpio y despejado.

Como las condiciones no eran las más idóneas, nuevamente a la una nos hemos echado al asfalto, en esta ocasión con algunos grados más, que han convertido este segundo entrenamiento en un paseo muy ameno y rápido, toda vez que los músculos se han engrasado correcta y rápidamente.

Las carreras de mediodía se están convirtiendo en uno de los mejores momentos del día. El cuerpo ya está activado, la temperatura, como digo, es agradable, y después de unas pocas horas de trabajo las energías están a un buen nivel. Hasta hace poco, correr a primera hora de la mañana o a última de la tarde era el único modo de esquivar, en cierto modo, el implacable castigo del sol. Por las mañanas estaba el inconveniente de la adaptación a la carrera desde el estado de reposo; por las tardes, el calor, el polvo, el viento y el cansancio acumulado a lo largo del día.

Ahora, después de tantos días, y dado que las fuerzas están algo justas, sólo trato de engañar al cuerpo partiendo el entrenamiento en sesiones muy cortas, de tal manera que siga entrenando y acumulando, pero a la vez permita al organismo alcanzar un nivel óptimo, en lugar de continuar castigándole con sesiones más largas. Es la única forma que encuentro de mantener, en cierto modo, el nivel de entrenamiento.

Psicológicamente, no tengo ganas de luchar contra el cronómetro y los kilómetros. La monotonía de correr siempre en el mismo sitio hace efecto en mí, y en estos días busco siempre alguna manera de que una sesión sea, al menos en algún aspecto, distinta a la siguiente. Si por la mañana giramos en un sentido, a mediodía lo hacemos al contrario, o con más o menos pausas. Siempre se busca algo que sea diferente: las zapatillas, el lado de la carretera, la longitud de los intervalos, el ritmo...

Una cosa es seguro: el binomio que hemos formado Alberto y yo, al que posteriormente se unieron Pascual y Tabu, ha hecho que estemos donde estamos y hallamos llegado tan lejos sin arrojar la toalla. En solitario, ni siquiera me planteo la posibilidad de que todo esto hubiese transcurrido de este modo. Habría corrido, claro, pero ni por asomo con la intensidad y el propósito que nos han acompañado durante los últimos cuatro meses.

El cielo esta noche es de una belleza impresionante. Lucen miles de estrellas sobre un fondo azul oscuro. "Es de las pocas cosas bonitas que hay aquí", decía hace unos minutos un compañero. Seguro que hay muchas más, sepultadas lamentablemente bajo la sinrazón humana. Por suerte, no podemos tapar las estrellas.

viernes, 25 de octubre de 2013

Día 175: Toujours pret

Km recorridos (día/total): 10,8/1541,5                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/383
 
No está el cuerpo para bromas. Si durante los últimos cuatro días me había encontrado pleno de sensaciones y con muchas ganas, hoy he perdido al amanecer todo lo atesorado, y después de unas cuantas sesiones realmente placenteras, han vuelto los pequeños dolores y las tensiones musculares que avisan de que hay que levantar, de nuevo, el pie.
 
Y eso hemos hecho, sin dudarlo. Se da, además, la circunstancia de que tanto Alberto como Tabu estaban igual de cansados que yo, por lo que no ha sido difícil llegar a un acuerdo y rodar, que tampoco está nada mal, apenas once kilómetros para mantener la predicción que me había fijado, setenta a la semana, de aquí a final de misión. Lo que a día de hoy me parece poco, en otros tiempos habría sido calibrado de una forma bien distinta. Me gusta el cambio de perspectiva.
 
Me entretengo, mientras tanto, en planificar levemente lo que vendrá a continuación de Valencia, tal es mi ilusión por la temporada que se avecina. Estoy deseando llegar a casa por muchos motivos, y entre ellos se encuentra el nuevo enfoque que adquirirá mi entrenamiento a partir de entonces. El cambio con respecto a los años anteriores promete ser notable, dejada atrás la época madrileña, con sus pros y sus contras. Se abre ante mí un buen catálogo de posibilidades de entrenamiento estando en casa. Todo ello se ampara en unas ganas increíbles de dar un salto de calidad y disfrutar como nunca.
 
De momento, qué remedio, aquí sigo. El frío empieza a ser un factor a tener en cuenta, aunque estamos lejos de padecer las temperaturas un tanto más extremas que tendrán más adelante los que vengan a relevarnos. De momento, los cuatro o cinco grados a primera hora de la mañana son suficientes para ser conscientes de que la situación en invierno podría llegar a ser harto complicada para un norteafricano de nacimiento y murciano de adopción como yo. Afortunadamente, eso lo tendrán que contar otros en breve.
 
Dieciocho días pueden parecer una eternidad o un breve lapso de tiempo, según se mire. A mí se me antoja un mundo, no por el tiempo en sí, sino porque no termino de creerme que esto llega a su fin, después de todo lo vivido. Han sido y están siendo muchos acontecimientos y muchas emociones, algunas todavía contenidas.
 
Ha sido, por qué no expresarlo abiertamente, muchísimo tiempo. Se me hace raro poder hablar, a día de hoy, del inminente retorno, de subir al avión, de despedidas y bienvenidas, de paseos y de tantas otras cosas a priori normales, pero que a mí me han quedado tan lejos durante meses. Uno tendrá que tomarse su tiempo para asimilarlas poco a poco.
 
Ya queda menos de una semana para que desembarquen aquí nuestros relevos. El penúltimo paso. Mientras tanto, como si tal cosa, sigo corriendo, intentando mantener la normalidad del día a día como si quedase toda la vida por delante. Así será hasta el día en que nos marchemos. Correr, correr, siempre correr. A pesar del cansancio. Es mi liberación, mi guía, mi tabla de náufrago. Es mi sino. Lo leía siempre en el emblema de una unidad americana: Toujours pret. Siempre preparado.

Día 174: cuerpo y mente

Km recorridos (día/total): 14,8/1530,7                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/381
 
Esta mañana hacía frío. La verdad es que da gusto salir en manga larga y mallas pirata, terminar de entrenar y luego estirar buscando el solecito que, a eso de las ocho menos cuarto, comienza a calentar, ya sin el ímpetu de los meses anteriores. Durante la carrera, las manos se entumecen y el aire frío y seco penetra en los pulmones con tanta intensidad que en las pausas duele respirar profundamente. A pesar de ello, es estupendo poder disfrutar de estas temperaturas en un lugar que nos ha tratado con tanta dureza en el período estival.
 
El sol ha seguido brillando durante todo el día, sembrando de calidez el mismo suelo que antes abrasaba sin piedad. De esta forma, a media mañana uno lo buscaba con ahinco, acrecentada la sensación por la ausencia de brisa. Las condiciones atmosféricas han tenido seguramente que ver con el hecho de que las ganas de salir a rodar hayan aflorado nuevamente antes de la comida. Ha sido la mejor decisión del día, pues los escasos veinticinco minutos de carrera a partir de la una de la tarde han desembocado en una estupenda y animada charla. Ambos hemos disfrutado de verdad de nuestra pasión.
 
Este es un país de contrastes, tantos como los que pueblan mi día a día. No existen la estabilidad ni el término medio: las montañas son al mismo tiempo parajes bellos y hostiles; el viento sopla aliviando el calor un día, y al día siguiente arrastra un fino polvo que penetra en todos los poros de la piel; los días se acortan velozmente, sin entretiempo, en esta época, y son eternos en verano... Incluso dentro de la misma jornada, como hoy, uno puede salir y romper a sudar a mediodía, o tiritar de frío mientras espera el momento de empezar a correr unas cuantas horas antes.
 
Luces y sombras.
 
Eternas llanuras.
 
Agrestes montañas.
 
Miradas inocentes.
 
Manos manchadas de sangre.
 
También a nuestro nivel, el de las pequeñas cosas no vitales, el día ha dejado un regusto amargo con la lesión de Pascual, que estará dos o tres días en el dique seco. Las condiciones aquí, como ya he descrito en otras ocasiones, son difíciles y exigentes no sólo mentamente, sino también a nivel muscular. Estos factores se unen a la dificultad propia del entrenamiento de fondo, donde cuerpo y mente se hayan en una comunión pocas veces reconocible y cuya interacción, sin embargo, puede llegar a determinar, cruelmente en ocasiones, hasta dónde y a qué ritmos podemos llegar.
 
Esta tarde, no sé cómo, he acabado escribiendo la entrada en una sala del hospital, no porque me haya pasado nada extraordinario, por suerte, sino porque, de repente, nos hemos quedado sin internet prácticamente en todos sitios, y se me antojaba demasiado tarde para volver a la oficina, además de un tanto triste. Todo está tranquilo, las camas vacías y los monitores apagados. Ojalá todo siga de esta forma durante muchos días. Difícil será que sea así: no hay excepciones en ese sentido. Afganistán es un país de contrastes, donde en unos segundos se puede pasar de la calma al caos, de la risa al llanto.
 
Polvo en suspensión.
 
Vehículos pesados.
 
Detonaciones.
 
Metal incandescente lanzado en mortal vuelo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Día 173: reencuentros

Km recorridos (día/total): 10,4/1515,9                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/378
 
Tenía ya ganas, desde hace unos días, de dedicarle unas líneas a una persona a la que no conozco, pero que sospecho debe ser realmente especial. Sé de primera mano que esta persona lee el blog puntualmente, lo cual me hace especial ilusión, sobretodo cuando uno de mis amigos y compañeros de misión, tío espectacular donde los haya, elegante, agradable y pilar básico, por su calidad humana, de este grupo con el cual navego, me comenta que su madre, que es la persona a la que me refiero, el día anterior se quedo un tanto preocupada, o emocionada otro día, o encantada, llegado el caso, al leer determinada entrada.
 
El otro día me decía este buen amigo que, a los ochenta y tantos, su madre había comenzado a caminar todos los días un ratito, diez, quince, veinte minutos,...tal vez impulsada por las aventuras y desventuras de este humilde corredor afgano y su simplista filosofía atlética.
 
Me emociona el hecho de que alguien, a miles de kilómetros de distancia, haya encontrado en estas líneas la inspiración necesaria para, en cierto modo, romper los esquemas y lanzarse al desafío que siempre supone lo nuevo. Y me emociona aún más compartir con esa persona, a pesar del salto generacional, una motivación diaria que nos lleva a los dos al asfalto, a cada uno a su manera, qué duda cabe. Me atrevo a decir que la esencia es la misma, y es lo que verdaderamente cuenta. Yo no puedo más que sentirme halagado y feliz, a la vez que tremendamente agradecido por todo esto.
 
Tal vez debido a cosas como éstas, hoy he encontrado nuevamente la íntima motivación para levantarme y rodar otros diez kilómetros y pico, primero en compañía de Alberto, quien a pesar de las escasísimas horas de sueño (diremos que su Atleti tuvo la culpa, lo cual no es faltar del todo a la verdad) estaba esperándome a las siete en punto, y luego con Pascual y Tabu, que salieron un poco más tarde y aliviaron la segunda parte de mi carrera, cuando ya Alberto había entrado en boxes.
 
He de decir que, sorprendentemente, mis sensaciones de los últimos dos días han vuelto a ser excelentes. La temperatura, cierto es, acompaña como no lo había hecho durante meses. Dejando a un lado el factor meteorológico, me he reencontrado durante esta semana con la frescura en la zancada que había perdido hacía algún tiempo, debido en gran medida a la cantidad de kilómetros que hemos ido acumulando. Viene ahora la fase de puesta a punto de cara a Valencia, por lo que me reconforta comprobar que no se me ha olvidado disfrutar de la carrera a pie, al menos no como lo he hecho ayer y hoy.
 
Es un alivio para mí volver a tener buenas sensaciones, sin duda, más aún en este último tramo de la misión, cuando todo parece estar estrechamente relacionado. De nuevo mañana intentaré comenzar el día de la misma manera que lo hice hoy. Será jueves, y el fin de semana estará al acecho, un tanto distinto al anterior, con tirada larga el viernes y orientación el domingo. Se acerca el final y las cosas empiezan a experimentarse de una forma distinta, más intensa.
 
Por cierto, ya me he hecho con mis zapatillas de clavos. Esto se acaba...
 
 

martes, 22 de octubre de 2013

Día 172: se acerca el invierno

Km recorridos (día/total): 10,4/1505,5                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/376
Esta mañana, cuando hemos salido Alberto y yo, aún resonaban en nuestras cabezas los ecos de la visita de ayer, todavía felices como estábamos de haber tenido la suerte de compartir un rato muy agradable con los pequeños. Ya escribí de esto hace un tiempo: los niños son niños en cualquier parte del mundo, aunque no siempre tienen la suerte de vivir una infancia tal y como debería ser entendida por todos.
Los críos que vinieron ayer aún conservaban la mirada inocente y curiosa, tal vez porque no son conscientes de lo injustamente que les ha tratado la vida incluso a estas edades tan tempranas. Estoy seguro de que todos los que tenemos hijos e hijas y compartimos ayer esos momentos no pudimos evitar verles allí, reflejados en los ojos y en las medias sonrisas de otros menos afortunados que ellos.
Ayer, cuando les acompañaba de camino a la salida de la base, entre concertina y sacos terreros, no pude sino imaginarme su regreso a la realidad: el orfanato, las literas, el comedor, las aulas,...todo ello frío y desnudo sin los cálidos besos o el protector abrazo de un padre y una madre. Me pregunto en qué momento uno despierta del sueño infantil y se hace consciente de la dura realidad que le ha tocado vivir...
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Mientras tanto, el otoño ha llegado a Herat. Las nubes han cubierto parcialmente el cielo otrora tan azul y el aire proveniente de Irán sopla ahora frío y húmedo. Todavía esta mañana, sin embargo, la temperatura era muy agradable, y Alberto y yo hemos disfrutado de una carrera estupenda en un ambiente un tanto enrarecido por el polvo en suspensión de los últimos días. Sin embargo, a media tarde las temperaturas han descendido bruscamente. Comienza una nueva etapa.
Nuestro entrenamiento parece haber entrado en modo "supervivencia". Intentamos hacer lo mínimo y sacarle el máximo provecho sin que ello nos suponga un desgaste excesivo. A mí me duelen las articulaciones y voy, más que nunca, dejándome llevar por las sensaciones: si me apetece y tengo buenas piernas, corro más rápido;  si, por el contrario, me encuentro cansado y sin ganas de mucho, me limito a rodar sin más, esperando una ocasión más propicia.
En estos casos, no obstante, hay que tener muy en cuenta al propio cuerpo, a la vez que intentar que el nivel alcanzado no caiga en saco roto apenas tres semanas y media antes de la gran cita. Creo que en este tiempo que resta será importantísimo descansar bien y no castigar al cuerpo más de lo necesario. La parte más importante del entrenamiento está casi terminada: tenemos el volumen y la calidad necesarios. Sólo se trata, desde ahora, de no echar a perder lo ya conseguido.
Pero por otro lado, ignoro verdaderamente si estoy en el buen camino. Será mi primera maratón, las condiciones de entrenamiento no son en absoluto normales y el cansancio aflora debido a muchos factores que poco o nada tienen que ver con la carrera a pie, pero que finalmente sí tendrán su incidencia en el resultado del proceso.
Se hace tarde. Mañana por la mañana se esperan cinco grados, así que habrá que estar preparado. El otoño está ya aquí. Parece mentira, después de todo lo pasado. Me trae nuevas sensaciones: aire húmedo, viento frío, luna menguante... Todo se prepara para un inminente invierno que no veré. Siempre he preferido el calor.
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lunes, 21 de octubre de 2013

Día 171: con las manos teñidas

Km recorridos (día/total): 5,2/1495,1                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/374

A finales de agosto comenzó a gestarse el proyecto 60 NM Solidarias. Fue después de una carrera fallida cuando Alberto, Pascual y yo pusimos sobre la mesa nuestras inquietudes y decidimos que queríamos darle un sentido especial a nuestros kilómetros en Herat. Así, día tras día, fue tomando cuerpo una aventura solidaria que desembocó, primeramente y unas semanas más tarde, en una locura atlética en todos los sentidos.

El día veintidós de septiembre culminamos la primera parte del proyecto: nuestras sesenta millas náuticas a casi cuarenta grados supusieron una experiencia única y un desafío físico y mental para nosotros. También nos brindaron la oportunidad de comprobar el verdadero alcance de un sueño humilde y sin más pretensión que mejorar mínimamente la vida de unos cuantos niños. Yendo aún más allá, ese día nos ofreció un catálogo de muestras de cariño, apoyo y compañerismo. En muchos aspectos, nos vimos sobrepasados por la excelente respuesta de muchísima gente.
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Mediante la venta de dorsales solidarios, reunimos poco más de dos mil euros. Las semanas que vinieron a continuación apenas nos permitieron un momento para dedicarnos a la organización de lo que supondría la culminación del proyecto: la compra de alimentos de primera necesidad para entregar a un orfanato de Herat.

Entre una cosa y otra, se marcharon casi treinta días hasta que pudimos gestionar la adquisición de dos toneladas de arroz, aceite, azúcar, harina y legumbres. Los contactos con el orfanato y con Wahid, un encantador ingeniero afgano que se encargó de todo lo relacionado con la logística (compra, transporte y distribución), corrieron de la mano de Kevin, para mí uno de los regalos más valiosos que me ha deparado esta misión.
Por fin, esta mañana acudieron a la base dieciocho niños y niñas, acompañados de dos profesoras, en representación de tres orfanatos de la ciudad, dependientes a su vez de la Jefatura de Trabajo, Asuntos Sociales, Mártires y Discapacitados, que cuenta con más de trescientos niños a su cargo, en su mayoría huérfanos, aunque también niños cuyos padres están en prisión o no pueden hacerse responsables, por diversos motivos, de la custodia de sus hijos.
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De camino a la sala donde desayunaríamos, los pequeños alucinaban viendo un pesado avión de carga rodar por la pista. Después ha venido un desayuno y las atenciones ilimitadas y las muestras de cariño de unos cuantos amigos, a los que quiero agradecer su discreta y desinteresada ayuda: Carlos, Pedro, Carmen, Tabu, Pascual y Alberto. También a Fructu, que no pudo estar por motivos de trabajo y que habría disfrutado de lo lindo.

Hoy, como desde el momento en que se comenzó a gestarse este proyecto, los protagonistas han sido ellos. A mí me queda una agridulce sensación, la de que esto no puede terminar aquí, y sin embargo termina. Y ha sido una linda experiencia, de una belleza demoledora en todos los sentidos, que no sé si un día de estos sabré describir plenamente. Puede que no podamos cambiar el curso de los acontecimientos a nivel global, que la importancia absoluta de todo lo de hoy sea mínima. No sé, sinceramente, quién ha hecho más feliz a quién esta mañana.

A veces la felicidad viene con las manos teñidas de rojo y un pañuelo en la cabeza. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Día 170: no sólo son los kilómetros

Km recorridos (día/total): 26/1489,9                                  Vueltas dadas al perímetro (día/total): 5/373
 
Se nota que estamos un poco al límite. Esta mañana, en dos horas de rodaje, veintiseis kilómetros fraccionados en tres partes, con unas condiciones meteorológicas excelentes, apenas ha habido espacio para la conversación. Cada uno iba a lo suyo, centrado en sus propias sensaciones. Estoy seguro de que, sin el apoyo de los otros tres, ninguno de nosotros habría conseguido terminar el entrenamiento de esta mañana. Las fuerzas están muy justas, y la capacidad para reinventarse y encontrar un motivo por el que correr durante dos horas un domingo por la mañana es mínima.
 
Lo peor (o puede que lo mejor) de todo es que el cansancio es principalmente mental. Está claro que que todo lo que llevamos encima le pasaría factura a cualquiera, incluso si me refiriese sólo a los kilómetros recorridos. Ayer estuve calculando un poco por encima, y desde el mes de julio (mayo y junio fueron relajados y apenas corrí ciento cincuenta kilómetros al mes), los números hablan por sí solos: doscientos cuarenta kilómetros en julio, trescientos cuarenta y nueve en agosto, trescientos cincuenta y uno en septiembre, y casi doscientos cincuenta en lo que llevamos de mes de octubre.
 
Pero no sólo me refiero a la distancia. En junio, agosto y septiembre, las temperaturas rara vez descendieron de los cuarenta grados a medio día, con lo que muchas tardes nos encontramos corriendo a treinta y cinco grados. A estos factores meramente físicos y fisiológicos, habría que añadir los propios de una misión de seis meses sin un solo día de descanso, en el mismo ambiente, con la misma gente, la misma ropa, comida,... y, sobretodo, la separación familiar, ese vacío enorme que se instala en los que se quedan y que nos traemos los que venimos, y que deja una sensación tan árida como el desierto afgano.
 
Ayer se lo comentaba a Alberto: no sólo son los kilómetros que llevamos. Hay que estar aquí para terminar de comprender lo importantes que son el apoyo del grupo, las compañías, las palabras de ánimo o incluso los silencios. Probablemente, sea complicado llegar a entenderlo sin vivirlo las veinticuatro horas del día, semana tras semana, durante seis meses y medio. Por eso, creo que no es sólo una cuestión de distancias o de ritmos.
 
Por otro lado, y lo he dicho en muchas ocasiones, estoy seguro de que sin estos compañeros de asfalto, el #peazoteam, como nos describe Pascual en su twitter, Alberto, Tabu y el propio Pascu, me habría resultado imposible llegar tan lejos. Esta tarde, como buen domingo, hemos vuelto a disfrutar de unas pizzas y unas cuantas risas. No todo va a ser sufrir, y hoy, sin duda, nos las hemos ganado. Veintidós días.
 

sábado, 19 de octubre de 2013

Día 169: la última luna llena

Km recorridos (día/total): 5,2/1462,9                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/368
No quiero que hoy me suceda lo de ayer, así que voy a aprovechar que la tarde está tranquila para ir adelantando la entrada de hoy. Diría que hay poco que contar, al menos deportivamente hablando. Sí, hemos rodado un día más, una vuelta más, cinco kilómetros más. Estamos cansados, achacosos, doloridos,... pero seguimos en pie, continuamos con nuestra rutina, cuando otros tal vez hace tiempo lo habrían dejado por imposible. Pero es posible correr cada día durante ciento setenta días en un ambiente hostil y repetitivo. A pesar del calor y del polvo, del hormigón y del cansancio mental. Estamos vivos, ¡y estamos corriendo!
No es un sábado más. A mediodía hemos cerrado la compra de casi dos mil kilos de comida con la recaudación de las 60 NM Solidarias. No se nos había olvidado, ni mucho menos, aunque la carga de trabajo del último mes nos ha hecho tenerlo un poco en espera. Parece que, por fin, el lunes será el día en que entreguemos quinientos kilos de arroz, otros tantos litros de aceite, cuatrocientos kilos de azúcar, doscientos cincuenta de harina y doscientos de legumbres.
Además, Wahid, la persona a la que a través de Kevin, mi magnífico compañero de trabajo, hemos recurrido para hacer que todo lo recaudado vaya a parar a donde pretendíamos, ha colaborado con nosotros sumando otros cincuenta litros de aceite al cargamento. Hay que decir que todo esto, incluido el transporte de la ayuda a su lugar de destino, ha sido posible gracias a las facilidades que en todo momento hemos tenido por parte de nuestro entorno profesional.
El lunes será, pues, el gran día de culminación de nuestras 60 NM Solidarias, que nacieron en la barra de una haima después de una carrera abortada por las malas sensaciones. No me canso de repetir que ha sido una verdadera suerte coincidir aquí con tanta buena gente, y especialmente con Alberto, Pascual y Tabu, que han aliviado la carga psicológica que suponen tantos kilómetros y tantos días. Ni qué decir tiene que el proyecto 60 NM Solidarias nos ha dado una motivación extra para sobrevivir a los meses de agosto y septiembre, para mí los más difíciles, con diferencia, de todos los que estoy pasando aquí.
Mañana nos toca madrugar. Tenemos una sesión larga de entrenamiento: veinticinco kilómetros divididos en dos bloques de diez y un tercero de cinco. Como serán aproximadamente dos horas de entreno, queremos empezar a las siete, para no acabar muy tarde. Será probablemente el último día de gran carga antes de la maratón de Valencia. A ver si las piernas responden bien, y se van yendo las pequeñas molestias que nos aquejan a todos.
Paisaje afganoTenemos luna llena. Me acabo de dar cuenta de que será la última vez que la vea en Afganistán. En los próximos días, comenzará a menguar hasta dejarnos sumidos nuevamente en la más impenetrable oscuridad, bajo el manto de estrellas afgano que todo lo cubre cuando la luna desaparece. Qué cielo tan lindo para un sitio tan poco agradable, con sus generadores toda la noche, día tras día, zumbando. Me pregunto cómo se verá desde el tejado de las casas de adobe. Envuelto en el silencio, uno podría perderse durante horas entre las miles de estrellas que le observan. 

viernes, 18 de octubre de 2013

Día 168: compenetrados

Km recorridos (día/total): 10,4/1457,7                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/367
 
Alberto y yo hemos alcanzado un muy buen nivel de compenetración. La verdad es que con él es fácil, pues es sufridor y se adapta a todo. También hace mucho el hecho de que ambos llevamos aquí desde mayo y casi el mismo número de kilómetros. Parece que nos cansamos al mismo ritmo y vamos necesitando las mismas pausas. Por eso hoy, cuando al filo de las ocho menos cuarto hemos llegado al sur del circuito, tomar la decisión de acortar la sesión de la mañana y volver a salir a mediodía ha sido una cuestión de exponer los pensamientos en voz alta.
 
Según lo visto unas horas más tarde, ha resultado ser todo un acierto, pues a la una el sol calentaba lo justo y el organismo estaba mucho más activado que a primera hora de la mañana. Seguramente no sea la última vez que lo hagamos de este modo, descartadas ya, al menos por mi parte, las tardes debido a la falta de luz natural. Al menos, el descanso relativo de los últimos días me ha venido muy bien, y mis molestias han desaparecido por completo, lo cual es una buena señal no sólo para Valencia, sino para lo que viene después, que me apetece muchísimo: media maratón, pista, tenis, diezmiles, carreras por el campo con los perros,...
 
Parece también que hoy estoy un poco denso. Es una pena, porque a media tarde me apetecía mucho escribir sobre las historias que cada uno lleva a cuestas, y que nos llevaría toda una vida adivinar. De hecho esta tarde, cuando alguien me ha contado parte de la increible película de su vida, me he sentido muy reconfortado, a la vez que muy afortunado de haber terminado en este sitio y en el puesto que ocupo. No se me ocurre de qué otro modo podría haber tenido acceso a muchas de las experiencias de las que estoy disfrutando aquí. Puede que alguna vez me anime a escribir sobre ellas.
 
En fin, creo que, por hoy, va siendo hora de poner el punto y final. Casi me está costando tanto escribir como correr, lo cual no es muy buena señal. Espero estar un poco más inspirado mañana y los días que restan. Tendré que ponerme a escribir un poco más temprano. Mis neuronas hace ya rato se fueron a dormir.

jueves, 17 de octubre de 2013

Día 167: inteligencia emocional

Km recorridos (día/total): 10,6/1447,3                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/365

Cuando abrí los ojos esta mañana todavía estaba oscuro. Estamos a mediados de octubre, y el sol no aparece por el horizonte hasta pocos minutos antes de las seis y media. Los termómetros a esas horas rondan los diez grados, nada que ver con aquellas infernales mañanas estivales, en las que rara vez las temperaturas a primera hora de la mañana descendían de los treinta grados.

De momento, nos hemos quedado Alberto y yo. Víctor anda un poco tocado de la garganta desde hace días, y Tabu y Pascual se pueden permitir el lujo de salir un poco más tarde de lo que lo hacemos nosotros. Al menos, con Alberto estos días la cosa va tranquila, nos entendemos y llevamos el ritmo que nos conviene, sin tirones. También tenemos nuestros ratos de charla, entremezclados con tramos en los que cada uno se centra en su respiración y en sus cosas. Andamos ya muy cansados como para tener conversación todo el tiempo.

El entrenamiento de la mañana ha sido, no obstante, bastante ameno. Aunque parezca mentira, a veces un ligero cambio en la estructura del mismo (ya que los cambios de recorrido no son posibles aquí) implica que los kilómetros transcurran un poco más deprisa de lo habitual. Hoy hemos decidido, sobre la marcha, hacer un tramo de seis kilómetros y medio, y a continuación otro de cuatro. Ayer, por ejemplo, hicimos una vuelta en un sentido y la siguiente en el otro. Cualquier estrategia es buena con tal de hacer algo diferente a lo del día anterior. Después de tantos días, no es nada fácil.

Yo ya he empezado a disminuir el volumen, en gran parte porque no me siento con fuerzas para hacer más, aunque también porque mis músculos y articulaciones se están quejando cada vez más a menudo. Afortunadamente, hoy tenía cita con el fisio, Roberto, que me ha descargado las zonas más afectadas por las sobrecargas. De esa forma, voy tirando de la mejor manera posible. Lo que ocurre es que ahora, después de haber estado rondando los cien kilómetros semanales durante los dos últimos meses, parece que setenta u ochenta son pocos.

Pero lo cierto es que ni las fuerzas ni la disposición son las mismas que a principios de agosto, cuando devorábamos kilómetros mañana y tarde. Ya tenemos la vista puesta en el mes que viene, y correr sólo es una excusa para que los días pasen más rápido. Se lo decía esta mañana a Alberto: no sé qué haría sin estos ratos en los que me olvido de todo lo demás, gracias en gran parte a su compañía.

Me cuesta trabajo trasladarme a esos dos primeros meses, especialmente al segundo, el de junio, cuando mis carreras eran en solitario. Por aquel entonces, no estaba tan desgastado como lo estoy ahora. Coincidir con Alberto, Pascual, Tabu y Víctor aquí ha sido una bendición en muchos sentidos. Me costará mucho trabajo despedirme de todos ellos dentro de algunas semanas.

Mañana ya es viernes. Ha volado una semana más, entre rumores sobre nuestra vuelta. Parece mentira, pero a día de hoy todavía estamos pendientes de la hora de regreso, en parte debido a factores que a cualquiera con un mínimo de sensibilidad le resultarían incomprensibles. A veces es muy triste sentirse tratado como un simple número, sin que se tenga en cuenta lo difícil que es el día a día a siete mil kilómetros de los tuyos. A falta de experiencia, bien vendría un mínimo de inteligencia emocional para comprenderlo. No es tan complicado, a poco que se intente.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Día 166: Aide Qorban

Km recorridos (día/total): 10,4/1436,7                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/363
 
Transitar esta mañana por las calles de Herat ha sido un espectáculo para los sentidos. Ayer comenzaron las celebraciones de la Fiesta Sagrada del Cordero, o Aide Qorban, como se dice en darí, lengua oficial, junto con el pastún, de Afganistán. Durante tres días completamente festivos, los afganos van a las mezquitas o a visitar a sus familiares, llevando dulces que comparten con ellos, o sacrifican un cordero que comparten con los suyos y también con los más necesitados. El Aide Qorban se celebra tras la finalización del peregrinaje de los musulmanes a su ciudad santa, La Meca.
 
En el transcurso de mi tercera salida a Herat desde que llegué he podido comprobar el aire festivo de la ciudad, mucho menos alborotada que en las otras ocasiones. Había mucho menos tráfico que en ocasiones anteriores, y por todos lados se iban amontonando metódicamente pieles de cordero, imagino que para su posterior comercio. Por lo demás, el mismo desorden de siempre: motos con tres pasajeros, ciclistas, viandantes, motocarros con cuatro o cinco personas apiñadas en su parte trasera, coches, puestos de frutas y verduras a ambos lados de la calzada,...Caos dentro del propio caos.
 
Herat
 
La mañana había comenzado unas horas antes, bien abrigado, demasiado como pude comprobar minutos más tarde, para completar un par de vueltas al mismo circuito de siempre (lo cual es obvio, por otro lado). Como el ritmo de trabajo de Tabu y Pascual les permite unos horarios un tanto más amigables, nos hemos juntado Alberto y yo a disfrutar de una carrera muy tranquila que seguramente repitamos mañana. Misma hora, misma distancia, mismo circuito, misma intensidad.
 
Lo de la intensidad es un decir. De un tiempo a esta parte parece que corro sólo por el hecho de correr. Lo único que altera un tanto la rutina del día a día son las sesiones un poco más largas que, de algún modo, me he impuesto para llegar a Valencia en condiciones. Por lo demás, y para ser sincero, cada día me cuesta un poco más calzarme las zapatillas y disfrutar de la carrera. El desgaste de tantos días me pasa factura, aunque intento llevarlo de la mejor manera posible. Sigo aquí, y mientras sea así, seguiré corriendo.
 
en el cocheAhora que quedan menos de cuatro semanas puede que sea un poco más sencillo, aparte de motivador, hacer una predicción de lo que me queda por recorrer antes de regresar a casa. O mucho me equivoco o, si no hay ningún problema, alcanzaré durante los últimos días de mi misión los mil setecientos kilómetros. No está mal después de todo, teniendo en cuenta que todos y cada uno de ellos habrán sido en un espacio tan limitado como es este. Además, estuvo el verano...
 
Todo eso va quedando ya atrás. Los días pasan con rapidez, las noches son largas y el aire ya no quema, pero en el interminable goteo de segundos uno busca una fuente de energía momentánea que, afortunadamente y en la mayoría de los casos, procede de los que están a mi alrededor. Hoy por ti, mañana por mí. Que siga la fiesta. ¿Acaso hay otra alternativa?

martes, 15 de octubre de 2013

Día 165: de un contagioso gris

Km recorridos (día/total): 5,2/1426,3                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/361
Hay días en los que el cielo amanece gris y contagia su tonalidad. Aquí ya llevamos dos días con esas nubes que tantísimo he echado en falta durante el verano. Aunque es difícil de creer, desde el pasado dos de mayo y hasta hace un par de días la estampa ha sido la misma a diario, salvo contadísimas y muy pasajeras excepciones. Como ha estado repitiendo el meteorólogo día tras días durante meses: Sky clear everywhere.
Ahora las mañanas son grises. Hoy, por ejemplo, el sol no asomaba a la hora de la carrera por ningún sitio, la brisa soplaba del oeste (en verano solía venir del norte) y los tonos de las montañas eran muy distintos a los que nos tenía acostumbrado el verano. Las paradas son también más breves pues, aunque el paisaje se disfruta más en esta época de nuevos colores, el aire enfría rápidamente el sudor.
Los pueblos siguen siendo de un color marrón pálido, arcillados en perfecta comunión con el entorno.
La estampa de los mismos pueblos cubiertos de nieve dentro de un par de meses debe ser sobrecogedora por su belleza, aunque yo ya no estaré aquí para contemplarla. Después del verano, y presintiendo ya el invierno, uno comprende por qué aquí la gente es tan dura: las inclementes condiciones meteorológicas, además de otros factores, han forjado a un pueblo resistente, seleccionado naturalmente por el entorno.
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Mi día, como apuntaba, también ha sido un tanto gris, tal vez penalizado por el dolor de cabeza que me ha acompañado gran parte del mismo. Mi pie, por suerte, va mucho mejor, y apenas noto ya una leve molestia en momentos muy determinados. Le ha venido muy bien el último par de días, con rodajes cortos y suaves que han acompañado en su recuperación.
Faltan escasamente cuatro semanas, y empiezo a plantearme en que punto he de comenzar a guardar fuerzas para lo que vendrá a continuación de nuestra llegada. De momento, esta semana, si todo va bien, me la tomaré con relativa tranquilidad, intentando acumular kilómetros pero sin llegar a lo del mes de agosto y septiembre. Probablemente el domingo hagamos una salida muy similar a la del anterior, pero incrementando un poco más el volumen de trabajo. A estas alturas he de seleccionar muy bien los kilómetros que corro, así como mi forma de correrlos. No estoy para derroches.
Ojalá mañana sigan las nubes pero no contagien su plomizo colorido. Se agradece muchísimo la temperatura tan suave de la que ahora disfrutamos durante las horas centrales del día, aunque mucho me temo que de aquí a un par de semanas será algo menos agradable. No obstante, ¡ya está bien de verano! La pena es que el ocaso del sol va ya por las seis menos cuarto de la tarde, y bajando. Por eso he abandonado ya mi hábito de correr a esa hora y pasaré a partir de ahora mi carrerita de por la tarde a mediodía, en búsqueda de un ápice de calidez y luz natural.
En fin, que eso lo iré contando a la vez que descuento días. Tan sólo veintiséis quedan ya. Comparado con lo transcurrido, es una ínfima parte que lucha por hacerse grande, aunque no lo conseguirá: después de lo pasado, lo que queda por delante no es nada. Empiezo ya a saborear la vuelta: zapatillas de deporte, vaqueros, camiseta, paseos y charlas, tiempo libre, el sol del porche, el té de frambuesa junto a los perros, el mar... ¡Esto ya está casi hecho!

lunes, 14 de octubre de 2013

Día 164: sobre la marcha

recorridos (día/total): 5,2/1421,1                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/360
 
Ayer me quedé un poco preocupado por unas pequeñas molestias en el pie derecho. La alargada sombra de las fascitis plantares, que tan de cabeza me han traido durante un tiempo, volvió a planear sobre mi cabeza. Parece que las molestias van remitiendo poco a poco y que el pie está bien. Intentaré, de todos modos, no hacerles mucho caso y seguir adelante.
 
En cualquier caso, hoy, por si las moscas, sólo he rodado por la mañana, cinco kilómetros muy tranquilo, a ver si recuperaba bien del entrenamiento de ayer y de la carrera del sábado. Parece que, poco a poco, la zona va estando un poco menos dolorida, aunque no me fío,  y esta semana entrenaré entre algodones.
 
Al menos, el rodaje de la mañana ha sido muy agradable, como de costumbre, en compañía de Alberto, Tabu y Pascual. Como todos andábamos un tanto cansados de la sesión de ayer, la carrera ha sido suave y he disfrutado de lo lindo. Aún así, los últimos dos kilómetros nos hemos desengrasado un poco y despachado a gusto. Por mi parte, a decir verdad, ha sido una cuestión de seguir rueda y no entrar en disputas que me apetecían bien poco. Está bien no olvidarse de correr rápido, incluso en las sesiones de recuperación.
 
El resto del día lo hemos salvado Mario y yo sobre la marcha. Ahora que las tardes son tan largas, sin el entrenamiento vespertin, no sé que hacer. Suerte que hoy han surgido de la nada un par de cervezas y una buena cena tras la cual, y gracias en parte al aire fresco de las noches de octubre, me salen las palabras solas. Ya lo he dicho en más de una ocasión: la experiencia personal en estos meses ha sido fascinante. He tenido la gran suerte de coincidir con gente excepcional, no sólo por estar en estas difíciles circunstancias. Me da la impresión de que este relevo es y será irrepetible en muchos sentidos.
 
El resto del grupo ha salido a entrenar esta tarde. No sé en que posición quedo, principalmente porque a veces lo fácil es sumarse a la masa y continuar hacia adelante, pero tengo claro que debo racionar un poco mi dosis de kilómetros si quiero llegar de una pieza a Valencia. El volumen no es, en muchos casos, sinónimo de progreso y, al menos en mi caso, sé que resulta difícil encontrar el término medio, marcado en muchas ocasiones por las molestias como las que he experimentado a lo largo del día de hoy, que me dicen que he de levantar el pie.
 
Con un poco de suerte, mañana estaré como nuevo para disfrutar de la sesión de la mañana. Ahora me voy a dormir que, entre una cosa y otra, tengo unas ganas enormes de tumbarme en la cama y disfrutar de un rato de tranquilidad (hoy a mediodía tenía cosas que hacer y apenas he pasado por la habitación).
 
Finalmente el día de hoy, que en principio se presentaba un poco raro por mi parte, se ha arreglado sobre la marcha gracias en gran parte a una más que grata compañía. Lástima que al final, entre una y cosa, se nos ha olvidado, tanto a Mario como a mí, echarnos una buena foto con la que adornar esta entrada. Otro día será.

domingo, 13 de octubre de 2013

Día 163: no repito día

Km recorridos (día/total): 20,8/1415,9                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 4/359
 
A pesar de la carrera de ayer, que al final resultó ser corta (apenas quince minutos de esfuerzo), hoy tocaba proseguir el camino hacia Valencia y trabajar un poco de aeróbico extensivo, que ya llevaba casi un par de semanas haciendo sesiones muy cortas, sobrepasando a duras penas los diez kilómetros en cualquiera de ellas.
 
Así, hoy se ha formado un buen grupo de entreno (en un momento dado eramos siete) para, a pesar de que mis gemelos se han quejado durante toda la noche, hacer una buena sesión en la que hemos rodado muy a gusto, especialmente porque la temperatura y la compañía se prestaban a ello.
 
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Este domingo ha comenzado la última fase de mi estancia en Afganistán. A partir de ahora, no repetiré fecha aquí. El próximo día trece ya no lo veré, si todo va de acuerdo a lo previsto, en tierras afganas, sino de nuevo en casa. Después de tanto tiempo, me parece mentira que vaya a ser así dentro de tan poco.
 
No sé si estará relacionado con esa inquietud, la que me provoca la inminencia de mi regreso, pero desde hace unos días duermo bastante mal. Me despierto tempranísimo, cuando aún es de noche, y luego, a pesar del cansancio a mediodía, soy incapaz de conciliar el sueño. Eso sí, cuando llegan las diez de la noche vago como alma en pena y estoy deseando meterme en la cama.
 
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Por otro lado, y aún habiendo tenido la impresión durante toda la semana de que estaba haciendo muy poco, finalmente me he dado cuenta de que también en este caso he sumado un buen número de kilómetros. Me parece mentira porque, para ser sincero, cada día me cuesta un poco más lanzarme al asfalto y completar las sesiones de entrenamiento. De hecho, pensaba que en los últimos siete días apenas sería capaz de llegar a los cuarenta o cincuenta kilómetros. Tal vez debería revisar las cuentas...
 
El día, por lo demás, y por primera vez en unas cuantas semanas, ha sido verdaderamente relajado. Parece que este mes final en el que entramos tendrá momentos muy puntuales de trabajo, pero que la peor época ha pasado. Es de agradecer, después de todo lo que llevamos encima. A decir verdad, también en lo referente al entrenamiento apenas quedan tres semanas relativamente intensas. Después de ese breve período, llegará la hora de descansar y prepararse mentalmente para el gran acontecimiento. No veo el momento de que eso ocurra.
 
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Por fin esta tarde he tenido acceso a unas cuantas fotos de la carrera de ayer. Me queda un grato recuerdo de todo lo que sucedió en ella: el ambiente, la participación, la gente que echó una mano, la competición en sí, el desenlace... En ocasiones, se gana mucho más con una derrota que con una victoria, y a mí ayer, en cierto modo, fue eso lo que me ocurrió. Fue una suerte tener la oportunidad de poder enfocarlo de esa forma tan inesperada.
 
También lo es el haber formado este #peazoteam con el que esta tarde he compartido unas pizzas y unas cuantas risas. Son, sin duda, los mejores momentos de estos seis últimos meses que van tocando a su fin. Trece de octubre. Apenas treinta días...

Día 162: un salto de calidad

Km recorridos (día/total): 12/1395,1                                  Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/355
 
"Everything that happens in your life is beautiful". Robin Sharma
 
Para ser honesto, cuando me he levantado esta mañana a las seis y media, después de llevar ya un buen rato despierto, no tenía ningunas ganas de competir. Pensaba en lo poco que me apetecía exprimirme un poco más, un rato más, un día más. Después, junto a Alberto, me he puesto en marcha para un corto calentamiento, con manga larga por primera vez desde que llegué a Afganistán, y los preparativos de la carrera de hoy.
 
Estas ocasiones sirven para comprobar la excelente predisposición de la gente: Tabu, Pascual, Ernesto, Carlos, Toni, Lorenzo, Juanlu y muchos otros se han ofrecido a echar una mano muy necesaria para la organización de la prueba. Lo cierto es que ha sido una gran satisfacción ver cómo se han animado a correr más de ciento cincuenta personas, cada cual con su íntima motivación.También en ese sentido, el doce de octubre ha sido un día festivo.
 
La carrera en sí ha tenido poca historia. Alessandro, un grandísimo atleta italiano y una persona encantadora, ha impuesto su ley y su ritmo desde los primeros metros. Aunque he intentado seguir su estela, en esta ocasión me ha resultado imposible estar a su altura y, desde el kilómetro dos, cuando muy a mi pesar he tenido que desistir en el empeño, hasta el final de los cuatro kilómetros cuatrocientos metros, los segundos a su favor han ido aumentando al compás de sus zancadas.
 
No cabe duda de que Sandro ha sido el digno y justo vencedor de una prueba rapidísima. Le felicito sinceramente por ello, y me alegro muchísimo también de coincidir con él en este último tramo de la misión, pues su ejemplo me motiva a continuar mejorando de cara al futuro. A decir verdad, he disfrutado mucho más con los cinco kilómetros y pico que hemos corrido Alberto y yo después de la carrera. Me han servido para relajarme un poco y soltar las piernas. Lo cierto es que habría seguido corriendo un rato más sin ningún problema.
 
El resto del día me ha invadido una sensación de tranquilidad y cansancio a partes iguales. Hoy he dado un paso más en nuestro camino de vuelta a casa. Voy tachando días y eventos especiales que hasta hace un tiempo se antojaban verdaderamente lejanos. Se va intuyendo el final, y en algunos aspectos me da mucha pena, porque sé que echaré de menos a mucha de la gente con la que he compartido todos estos meses. Mentiría, no obstante, si no dijese que, aún a pesar de ello, tengo muchísimas ganas de volver a casa.
 
Hace un rato he comenzado a mirar por internet zapatillas de clavos. Cuando regrese quiero incluir el entrenamiento en pista al menos una vez por semana, a ver si así consigo mejorar un poco mi velocidad de carrera. Además de ello, creo que será divertido a la vez que duro probar la competición en esa superficie. Es a lo que me refería cuando hablaba de la gente, como Alessandro, que me motiva a mejorar: a pesar de pasarlo mal durante la carrera, en cuanto pasan unas horas estoy pensando en qué hacer para poder dar un salto de calidad la vez siguiente.
 
Atrás queda un día especial en muchos sentidos. Todo lo que pasa en nuestra vida es lindo en algún sentido. Todo lo de hoy lo ha sido. Tal vez tenga que ver con las nubes que lo cubrieron todo después de comer. Después de tantos meses, el cielo se volvió gris. Ahora sólo falta que llueva. Todo se andará...

viernes, 11 de octubre de 2013

Día 161: la vida es un regalo

Km recorridos (día/total): 9,6/1383,1                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/352
 
"Y cuando te hayas consolado, estarás contento de haberme conocido, (...)"                
El principito (Antoine de Saint-Exupery)
 
A veces me resulta difícil sentarme a escribir. Esta tarde antes de cenar he venido al locutorio de Internet y he pasado un rato leyendo sobre el fallecimiento de María de Villota. Ha sido una triste noticia, como lo es siempre que una persona nos deja antes de tiempo. En esas estaba, sin muchas ganas de escribir, viendo imágenes, videos, leyendo algún que otro artículo sobre el fatal acontecimiento cuando, paseando por mi Facebook, le he puesto cara a otro trágico suceso del día de hoy.
 
Es curioso comprobar que, hasta que no la asociamos a una persona conocida, la muerte nos puede llegar a resultar algo indiferente, o al menos de un impacto breve y pasajero. Pero ocurre que, de repente, por casualidad, uno ata cabos y relaciona lo que apareció en los breves de las noticias de primera hora de la tarde con un mensaje en el muro de una red social, y en ese momento le pone apellidos a las frías siglas, le asocia una cara, una conversación, la última vez, hace ya algún tiempo, de un encuentro casual cerca de casa. En ese momento, el impacto deja de ser breve y penetra en el cuerpo, ahonda en el interior de uno y lo destroza todo a su paso.
 
Hoy no sé escribir de kilómetros, ni de la temperatura, ni de lo cansado que estoy de todo esto. Como escribía un amigo en su muro, desde el que nos regala cada mañana geniales ocurrencias y absurdas perspectivas del día a día que siempre consiguen arrancarme una sonrisa, hay días en los que uno no sabe donde buscar esa inspiración. Esos días también hay que vivirlos, qué duda cabe, pero son amargos y llenos de silenciosa nostalgia.
 
María de Villota iba a presentar el lunes su libro, "La vida es un regalo". Estoy deseando poder leerlo. A veces no me doy cuenta de lo cierto que es. Pasan los días, las semanas, y uno se encuentra mirando hacia adelante o hacia atrás, pensando en lo que se perdió, en lo que estuvo más o menos acertado o en lo que se equivocó gravemente, en lo que espera que sea dentro de unos meses o en lo que hará cuando pase llegue determinado momento.
 
La vida es un regalo desaprovechado la mayor parte del tiempo. Puede que a algunos nos venga demasiado envuelto, de tal forma que, cuando queramos llegar a saber qué es, hayamos perdido una eternidad retirando con excesivo y estúpido cuidado el envoltorio, corriendo el peligro de llegar a descubrir, puede que demasiado tarde, lo maravilloso que nos aguardaba en el interior.
 
Como digo, hoy no sé describir de otra manera esta jornada gris. La luna brilla con fuerza a estas horas y la brisa es fría. Me siento con la imperiosa necesidad de empezar a arrancar con urgencia el papel que envuelve mi regalo, de hacerlo volar hecho trizas, de ir directo a lo que esconde.
 
La vida es un regalo demasiado breve.

jueves, 10 de octubre de 2013

Día 160: ¡qué frío!

Km recorridos (día/total): 5,2/1373,5                                Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/350
 
A priori, finaliza con el día de hoy una serie de días en los que, casi por primera vez desde que aterricé en Herat, he tenido que alterar mi rutina de carreras y salir cuando podía. Conforme va avanzando el otoño, las horas de luz diurna van disminuyendo y, a día de hoy, a poco que comience a trabajar más temprano de lo habitual es imposible salir a rodar, pues hasta las seis de la mañana es noche cerrada, y aquí la iluminación es mínima por cuestiones de seguridad.
 
Así, desde el pasado domingo hasta hoy, sólo ha habido un par de mañanas en las que he podido entrenar como me gusta. El resto de los días he buscado el hueco para salir al menos a estirar un poco las piernas, en algunos casos corriendo no contra el crono (esta semana no ha sido, desde luego, de las que uno mira los tiempos o los kilómetros) sino contra la caída de la noche.
 
Herat a las cinco y media de la mañana es un paraíso de estrellas sobre un fondo azul oscuro. Esta mañana hacía frío, y el horizonte se apreciaba levemente difuminado por el polvo en suspensión y la bruma matinal de tal forma que, cuando el cielo ha ido adquiriendo un tono más celeste y el sol ha comenzado a asomar tímidamente, su brillo era tan atenuado que se le podía observar sin necesidad de filtros.
 
Como digo, la mañana era fría de verdad, y el que más y el que menos se encogía en su uniforme y buscaba protección contra los siete grados que, de la noche a la mañana, nunca mejor dicho, nos han sorprendido en este hasta la fecha cálido lugar. Como humanos que somos, a buen seguro dentro de unos días estaremos añorando el calor que nos ha asolado durante los últimos meses.
 
A todo esto, ni que decir tiene que a las cinco y media no estaba despierto por gusto, ni que a mediodía, a pesar de las benévolas temperaturas, no tenía el cuerpo para salir a rodar. Tampoco he podido salir a las cinco, cuando Tabu, Alberto y Pascual lo han hecho, aunque a decir verdad, no me sentía con la energía suficiente como para afrontar el trabajo de series que han llevado a cabo.
 
A estas alturas de semana, y con la carrera del doce de octubre a la vista, no sé muy bien cómo van a reaccionar mi cuerpo y mi cabeza. En estos casos, uno suele tirar de las reservas de emergencia para hacerlo lo mejor posible. Lo malo es que yo ya voy en emergencia desde hace unas cuantas semanas. Afortunadamente, no hay mal que por bien no venga y, con todo, estos días me han servido para descansar un poco de kilómetros. En cualquier caso daré el cien por cien, e intentaré disfrutar a tope de la que probablemente sea mi última prueba en Herat antes de volver a casa (qué bien suena eso...).
 
Hoy me he podido organizar algo mejor, y en breve estaré metido en la cama, manta puesta por si acaso las temperaturas nocturnas siguen en descenso.  Mi entrada de hoy no finalizará con unos puntos suspensivos que denoten mis ganas de irme a la cama (las tengo y muchas, para qué mentir), como humilde dedicatoria a un gran tipo, Carlos Delgado, con el que tengo la gran suerte de compartir esta misión. Por gente como él, cada minuto de estos meses pasados y de los treinta y dos días que quedan por delante ha merecido la pena. Habrá que aprovecharlos hasta el último momento. Luego los echaremos de menos. Como el calor del verano.