miércoles, 2 de octubre de 2013

Día 151: agolpados

Km recorridos (día/total): 9,6/1286,8                                Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/332

Ya no recupero igual. A lo mejor no tanto en el sentido orgánico como en el muscular. Lo he notado esta mañana, a pesar de que ayer por la tarde no hice nada de nada. Sin embargo, los tres de cinco mil de por la mañana me pesaban, y de los trece o catorce kilómetros que tenía pensado hacer hoy, finalmente lo hemos dejado en nueve y medio, y gracias. Ni siquiera por la tarde he salido a rodar, intentando así maximizar los resultados del masaje de hoy a mediodía.

Tampoco pasa nada. Queda mucha semana por delante, y lo cierto es que cuando me siento así, con tensiones musculares localizadas y poco ánimo, prefiero dejarlo estar y tener un poco de paciencia. Así, con un poco de suerte, mañana volverá a ser un buen día de entrenamiento. Lo malo es que ahora la puesta de sol le lima un par de minutos a cada día que pasa, y por la tarde es muy difícil hacer nada provechoso sin el riesgo estúpido, por otra parte, de meter el pie en un agujero y fastidiarse el tobillo.

El mes, por lo demás, ha comenzado de una manera un tanto extraña. La base está a tope, y seguirá así durante unos cuantos días. Todo está lleno a rebosar, internet no funciona y a las puertas del gimnasio se agolpa la gente en los cambios de turno, ávida de ocupar la pertinente máquina, a modo de voraces consumidores en primer día de rebajas. Por fortuna, no paso por allí.

No hay mal que cien años dure, en cualquier caso, y en breve estaremos otra vez los que tenemos que estar, ni más ni menos, para pasar las escasas tres semanas que resten de octubre. A continuación llegarán nuestros relevos, con lo cual el proceso estará casi completo, y tendremos la vista puesta en la inminente partida. Yo aún conservo algunas esperanzas ocultas, aunque no es cuestión de desvelarlas, dada principalmente la remotísima posibilidad de que alguna de ellas se vea satisfecha.

El hecho es que, por mucho que uno no quiera, es difícil evitar hablar de lo poco que queda, de los planes inmediatos al regreso, de los reencuentros,... En general, todos estamos ya un tanto hastiados, después de ciento cincuenta y dos días sin una sola pausa, tan lejos de casa. Pero, por otro lado, no deja de sorprender la predisposición de la gran mayoría de la gente a cumplir con sus obligaciones de la mejor manera posible. Si acaso, el cansancio se deja notar en las relaciones sociales, más espesas, menos frecuentes, menos espontáneas. Da la impresión de que, llegada una hora, todos estamos deseando recogernos y dejar pasar el tiempo de una forma tranquila y sosegada.

Parece que el calor remite poco a poco. Las mañanas son frescas y los días, aún calurosos, no lo son ni la mitad de lo que solían serlo hasta hace escasos días. Las noches se van haciendo más largas, preludio del que supongo debe ser un duro invierno, con tantas horas de oscuridad que inviten, como ahora al recogimiento. Qué suerte he tenido con la época del año que me ha tocado, después de todo. A pesar del calor y del polvo, las horas de luz solar lo han compensado todo con creces. Hasta ahora.

Al menos, desde que las tardes son más cortas estoy mucho antes metido en la cama. Aunque eso implique estar despierto antes de que salga el sol. No se puede tener todo en la vida...

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