jueves, 31 de octubre de 2013

Día 181: tal y como empezamos

Km recorridos (día/total): 10,4/1608,9                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/395

Hoy ha sido el último rodaje que hemos compartido Alberto, Tabu y yo. Pascual sigue con una sobrecarga muscular que le impide, de momento, ejercitarse, y Víctor se ha abonado a las horas más calidas de media tarde. En cualquier caso, la de esta mañana suponía la despedida de Tabu, que mañana a primera hora embarcará rumbo a España, y con quien ha sido un auténtico lujo coincidir hasta el día de hoy y desde principios de agosto en Herat. En breve nos veremos, si todo va bien, en Valencia.

Así, la salida de primera hora de la mañana, con frío intenso, aunque bajo un sol que disimulaba las bajas temperaturas, ha sido corta y tranquila. Cada vez cuesta más ponerse en marcha sin que suba el volumen de los quejidos de músculos y articulaciones. Lo bueno es que durante estos días uno puede establecer diferencias sustanciales entre lo que supone correr recién amanecido y algunas horas más tarde, cuando las temperaturas alcanzan unos valores cercanos a los veinte grados y rodar se convierte en algo verdaderamente placentero.

También es evidente que las frías mañanas han espantado a todos aquellos que hasta hace poco se asomaban al circuito de carrera antes de desayunar. Durante estos días, apenas nos cruzamos con uno o dos corredores, los asiduos que no entienden de temperaturas ni de cansancio acumulado. El resto ha ido desapareciendo, o al menos esparciéndose a lo largo del resto de la jornada, pues cierto es que en ese sentido algo se ha ganado con respecto al verano, y a día de hoy no hay franjas horarias prohibitivas por culpa del polvo y, sobre todo, el calor. En ese sentido, la única limitación irrefutable es la falta de luz a partir de las cinco y media de la tarde.

De nuevo a las tres de la tarde me he hecho al asfalto, en esta ocasión acompañado por Alberto y Juan, con quien a principios de mayo compartí mis primeros kilómetros en Herat. Ha sido una pena que haya estado parado casi todo este tiempo debido a una inoportuna lesión en su tendón de aquiles, pues habría sido un buen compañero de viaje, al menos de forma ocasional, a lo largo de nuestros muchos kilómetros. Bien es cierto que, en todos los demás aspectos, lo ha sido, y muy bueno además. No me canso de decir que, en todos los sentidos, y no únicamente en el deportivo, estar aquí me ha llevado a conocer a gente excepcional, como Juan, con quien he compartido muy buenos momentos. Personas de este calibre, tan profesionales y tan divertidas a la vez, serán, me temo, irrepetibles en los relevos venideros.

Como dijo él en su momento, vamos a finalizar la misión tal y como la empezamos: corriendo. Todavía recuerdo aquellas primeras carreras por dentro del merlón, allá por el mes de mayo. Eran nuestros primeros días aquí y teníamos todo un mundo por delante. Ahora quedan tan sólo once días para regresar a casa, y noventa y un kilómetros para alcanzar los mil setecientos. Me invade una sensación de cierta incredulidad. Después de todo lo que he vivido durante estos últimos seis meses, asoma por el horizonte el tan anhelado mes de noviembre. Mañana mismo estará aquí. Esto se acaba. Por fin.

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