miércoles, 2 de octubre de 2013

Día 152: cortando el aire

Km recorridos (día/total): 9,6/1296,4                                Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/334

Ayer no se me repitieron, como el día anterior, los párrafos a mitad de entrada, a pesar de lo cual a las diez de la noche estaba apagando la luz. Desde hace un par de semanas, no soy capaz de leer ni Mil soles espléndidos ni nada de nada: llego tan cansado a esas horas que lo único que quiero es meterme en la cama y dormir.

Luego, claro está, me despierto pronto. Ignoro a que hora, porque está todo oscuro y evito mirar el teléfono. Antes, en pleno verano, era mucho más sencillo, porque desde las cuatro y media había luz natural en la habitación para ver el reloj sin esfuerzo. Ahora me relajo en la cama, espero a que suene el despertador y me levanto a la hora prevista. Después hago mis flexiones, me termino de vestir y salgo al encuento, como esta mañana, de Alberto, Pascual y Tabu (por cierto, ya es un hecho: Tabu también se ha apuntado a la maratón de Valencia).

Esta mañana hemos rodado muy tranquilos. La temperatura a las seis y media era de dieciséis grados, por lo que, en tirantes y mallas cortas, hacía bastante fresco. En cualquier caso, después del verano tan largo y tan duro, con días en que la temperatura a primera hora pasaba ya de los treinta grados, experimentar esa sensación es un regalo para el cuerpo que no pienso atenuar, de momento, con una manga larga.

Rodar al lado de mis compañeros también es un regalo, como ya he descrito en otras ocasiones. Los kilómetros pasan rápidos, los ritmos son elevados casi sin esfuerzo, y siempre hay alguien que tiene la palabra adecuada en el momento justo, cuando uno, por ejemplo, se pierde en sí mismo de manera momentánea.

De nuevo, esta tarde nos ha sido imposible rodar, en esta ocasión por causas ajenas a nuestra voluntad. Es una pena, porque lo cierto es que me habría encantado calzarme las New Balance MT1010 que me envió Teresa y rodar un rato muy suave y en buena compañía, para despejarme de un día bastante denso por mi parte. En fin, otra vez será.

De momento, y para compensar, mañana a las seis y cuarto nos espera un buen entrenamiento. A ver si metemos un poco de calidad, con vistas a la maratón, pero también de cara a la carrera del día doce. Los hay por ahí que ya están afilando los cuchillos para la gran batalla (y hacen muy bien). Yo, por mi parte, espero tener un día inspirado y, al menos, dar un poco de guerra. Sea como fuere, la carrera promete ser divertida, principalmente porque se espera una numerosa participación y, después de cinco meses, cada uno va teniendo sus cuentas pendientes con unos o con otros. Se admiten apuestas...

La noche ha caido ya sobre Herat. El cielo es un manto estrellado, el horizonte una impenetrable negrura que acoge en su seno a miles de almas, algunas siniestras, tan próximas, que en ocasiones uno siente su aliento helador cortando el aire. La luna saldrá un poco más tarde. Entonces las sombras se proyectarán sobre el terreno pedregoso y polvoriento, donde al alba sólo quedarán de forma pasajera huellas apresuradas. A veces olvido dónde estoy. Restan cuarenta y un días.

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