viernes, 25 de octubre de 2013

Día 174: cuerpo y mente

Km recorridos (día/total): 14,8/1530,7                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/381
 
Esta mañana hacía frío. La verdad es que da gusto salir en manga larga y mallas pirata, terminar de entrenar y luego estirar buscando el solecito que, a eso de las ocho menos cuarto, comienza a calentar, ya sin el ímpetu de los meses anteriores. Durante la carrera, las manos se entumecen y el aire frío y seco penetra en los pulmones con tanta intensidad que en las pausas duele respirar profundamente. A pesar de ello, es estupendo poder disfrutar de estas temperaturas en un lugar que nos ha tratado con tanta dureza en el período estival.
 
El sol ha seguido brillando durante todo el día, sembrando de calidez el mismo suelo que antes abrasaba sin piedad. De esta forma, a media mañana uno lo buscaba con ahinco, acrecentada la sensación por la ausencia de brisa. Las condiciones atmosféricas han tenido seguramente que ver con el hecho de que las ganas de salir a rodar hayan aflorado nuevamente antes de la comida. Ha sido la mejor decisión del día, pues los escasos veinticinco minutos de carrera a partir de la una de la tarde han desembocado en una estupenda y animada charla. Ambos hemos disfrutado de verdad de nuestra pasión.
 
Este es un país de contrastes, tantos como los que pueblan mi día a día. No existen la estabilidad ni el término medio: las montañas son al mismo tiempo parajes bellos y hostiles; el viento sopla aliviando el calor un día, y al día siguiente arrastra un fino polvo que penetra en todos los poros de la piel; los días se acortan velozmente, sin entretiempo, en esta época, y son eternos en verano... Incluso dentro de la misma jornada, como hoy, uno puede salir y romper a sudar a mediodía, o tiritar de frío mientras espera el momento de empezar a correr unas cuantas horas antes.
 
Luces y sombras.
 
Eternas llanuras.
 
Agrestes montañas.
 
Miradas inocentes.
 
Manos manchadas de sangre.
 
También a nuestro nivel, el de las pequeñas cosas no vitales, el día ha dejado un regusto amargo con la lesión de Pascual, que estará dos o tres días en el dique seco. Las condiciones aquí, como ya he descrito en otras ocasiones, son difíciles y exigentes no sólo mentamente, sino también a nivel muscular. Estos factores se unen a la dificultad propia del entrenamiento de fondo, donde cuerpo y mente se hayan en una comunión pocas veces reconocible y cuya interacción, sin embargo, puede llegar a determinar, cruelmente en ocasiones, hasta dónde y a qué ritmos podemos llegar.
 
Esta tarde, no sé cómo, he acabado escribiendo la entrada en una sala del hospital, no porque me haya pasado nada extraordinario, por suerte, sino porque, de repente, nos hemos quedado sin internet prácticamente en todos sitios, y se me antojaba demasiado tarde para volver a la oficina, además de un tanto triste. Todo está tranquilo, las camas vacías y los monitores apagados. Ojalá todo siga de esta forma durante muchos días. Difícil será que sea así: no hay excepciones en ese sentido. Afganistán es un país de contrastes, donde en unos segundos se puede pasar de la calma al caos, de la risa al llanto.
 
Polvo en suspensión.
 
Vehículos pesados.
 
Detonaciones.
 
Metal incandescente lanzado en mortal vuelo.

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