jueves, 10 de octubre de 2013

Día 159: a duras penas

Km recorridos (día/total): 9,6/1368,3                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/349
 
Ahora sí que puedo decir que el verano afgano, de una vez por todas, ha concluido. Las mañanas son frescas, el aire a mediodía ya no quema la piel y después del ocaso la noche impone su ley de sombras y estrellas. La luna muestra, a estas alturas de mes, su sonrisa, la del gato de Alicia en el país de las maravillas, y la brisa estremece brevemente el cuerpo, sutil recordatorio de lo que está por venir.
 
La carrera matinal se desarrolla en un ambiente cada día más favorable, dejados ya atrás los calores y la sequedad que asediaban las vías respiratorias. Sí, qué duda cabe de que estoy más cansado, de que las piernas no responden igual, de que a la cabeza le cuesta encontrar nuevos estímulos que difuminen la monotonía de correr siempre en el mismo sitio, carretera perimetral hacia abajo por el margen izquierdo de la calzada, carretera perimetral hacia arriba por el margen contrario. Mismo lugar, mismas caras, últimamente menos que antes, en la primera quincena de septiembre, cuando el atardecer respetaba mucho más a los intrépidos corredores y caminantes.
 
Pero lo cierto es que el tiempo avanza, dejando atrás, ahora sí, un reguero de víctimas de la rutina y el sopor. La fatiga se deja ver en los rostros, también en los de mis compañeros de asfalto, que están deseando, como todos ya, que octubre transcurra raudo y veloz y que noviembre asome con sus días fríos y algunas nubes.
 
En medio de todo esto, Alberto, Pascual, Tabu y yo hemos rodado tranquilos, más callados que de costumbre (como digo, la fatiga comienza a hacer mella en todos). Para mí ha sido la única salida del día, y eso que me habría gustado salir a rodar al menos unos minutos también esta tarde. Pero la dinámica laboral prosigue voraz y acaparadora, y los pocos ratos que tengo para mí los aprovecho para descansar un poco, sobre todo mentalmente.
 
En cualquier caso, y tal vez debido a esa dinámica, se ha ido un día más de octubre, víspera de otro madrugón como el que me toca mañana por la mañana, otra vez al temprano encuentro del amanecer, al que estaré acechando desde mi atalaya mucho antes de que asomen los primeros rayos tras las montañas. Hoy, al despertarme, pensaba en lo mucho que me habría apetecido continuar en la cama, relajado, sereno.
 
Tampoco mañana podrá ser. A ver si consigo ser un poco más disciplinado también en esto, y no dejo la entrada para estas horas en las que a duras penas escribo mientras lucho por mantenerme despierto. Lo cierto es que, desde hace un buen rato, estoy deseando cerrar el portátil y abandonarme a una plácida aunque demasiado corta noche. A partir de las diez no doy para mucho más. Menos, estando tan cansado como estoy. De puro sueño...

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