lunes, 11 de marzo de 2013

El primer entrenamiento serio y los minutos de la basura

En el argot deportivo, los minutos de la basura son los que restan cuando todo está decidido pero el partido aún no ha terminado. Sin embargo, hay que jugarlos. Trasladando este concepto a la carrera a pie, para mí los minutos de la basura son aquellos en los que ya se ha entrenado todo lo que se tenía que entrenar, uno está agotado muscularmente y aún así continúa corriendo, que no entrenando, por el simple hecho, en la mayoría de las ocasiones, de que se había propuesto completar un número de kilómetros determinado.

Digo "corriendo, que no entrenando", porque a partir de ese punto lo único que se hace es desentrenar y castigar al organismo, haciendo no sólo que más allá de ese momento lo que se haga no nos aporte ningún beneficio, sino además echando por tierra, probablemente, todo lo conseguido. Se incrementa además, en esa fase, el riesgo de padecer una sobrecarga o una lesión. Los síntomas son claros, al menos en mi caso: agotamiento, rigidez muscular y tendinosa, alteraciones en del gesto técnico,... Todas ellos son indicaciones evidentes de que ha llegado la hora de marcharnos a casa.

El sábado tuvo lugar el primer entrenamiento serio de la temporada: la idea era completar dos vueltas a un circuito de casi 17 kilómetros con doble subida al Calvario y al castillo de San Julián. Como estos entrenamientos provocan un fuerte desgaste orgánico, y no es cuestión de andar en la cuerda floja desde enero, he reservado lo mejor para este último mes antes de la RDLF, cuando ya hay una buena base de kilómetros acumulada. La primera vuelta fue estupenda, fácil, sin dejar de correr a buen ritmo, con la dureza que se le supone al terreno. Después de bajar hasta el coche a rehidratarnos un poco y hacer un cambio de compañero (David y yo completamos las dos vueltas, pero tuvimos una "liebre" distinta en cada una de ellas: Óscar en la primera y Guillermo en la siguiente), comenzamos el segundo giro.
 
El Calvario, como ya he descrito en otras entradas, es una subida de potencia. Cuesta a la primera, pero más a la segunda, cuando los músculos están tirando de grasas y el glucógeno hace ya tiempo se ha agotado. Bajando empecé a notar la tensión muscular, sobretodo en la zona del sóleo derecho, me dolían los pies y no estaba nada ágil de piernas. La subida al Castillo de San Julián se me hizo eterna, con sus curvas de herradura y los largos tramos de pendiente constante con el viento en cara. Al llegar arriba estaba k.o., así que cuando llegó David y junto con Guillermo empezamos el descenso, decidimos evitar la bajada de San Julián por el lado de la carrera, por donde se precisa estar en buenas condiciones físicas, y poner rumbo al coche por el camino más corto sin grandes alardes y poca conversación (señal inequívoca de que estábamos deseando terminar). De vez en cuando cantaba los kilómetros para animar un poco: 30, 31, 32...Al final, la llegada al coche fue un alivio para David y para mí, no tanto para Guillermo, que tuvo la buena (o la mala) suerte de pillar la vuelta lenta e iba aún sobrado de ganas y fuerzas (ya te pillaremos...).

sanjulian
Una misma subida puede ser muy distinta, en función de las condiciones en que uno la afronte. Lo llevaba pensando todo el entrenamiento, y por la experiencia de los entrenos del año pasado sabía que no me equivocaba: si la segunda subida al Calvario es dura (pero muy corta, afortunadamente) en comparación con la primera, la siguiente a San Julián no tiene nada que ver con la primera vez que se afrontan sus rampas. Con 25 kilómetros en las piernas hay que tener mucha determinación para subir a ritmo y sin desesperarse, porque ya no hay de donde tirar, sobretodo en este primer entrenamiento duro de verdad. Por eso creo que analizar las subidas de forma independiente carece de sentido, ya que lo que se sube con 5 o 10 kilómetros recorridos poco o nada se asemejará a lo que se hace con 3 o 4 horas de esfuerzo en el cuerpo.

La realidad es que, a falta de poco más de un mes, estamos donde queríamos, pero nos queda lo más duro: los entrenamientos de acumulación de volumen, desnivel positivo y fatiga. Y, si cabe aún más a partir de este punto, hay que estar casi diariamente evaluando qué entrena y qué no, de tal forma que, en este caso, una readaptación de las cargas de trabajo a tiempo puede ser vital.

Sobre el asfalto no hay minutos de la basura. Sólo más o menos desgaste. Que nos aproveche o no, ya es otra cuestión...

No hay comentarios:

Publicar un comentario