miércoles, 24 de abril de 2013

La esencia de correr


Parece que últimamente casi todo en mi vida gira en torno a este blog. Cuando me da la impresión de que, esta vez sí, no sabré de qué escribir al día siguiente, aparecen personas que, inconscientemente, me aportan nuevas ideas y perspectivas sobre las que tratar. A veces es gente con la que trato casi a diario y que en un momento dado, como ayer por la mañana, me regala una conversación a priori intrascendente, pero que no lo es tanto, sobre un aspecto acerca del cual no se me había ocurrido hablar.

Hoy, de nuevo, los astros se han alineado para que una de estas personas aparezca, y he tenido la suerte de poder charlar un buen rato con Bruno, un gran deportista con el que coincidí en mi primera participación fallida en los 101 kilómetros de Ronda, prueba que él ha finalizado en varias ocasiones, como la Ruta de las Fortalezas. Bruno es un senderista nato, de esos que camina incansablemente a un ritmo endiablado mientras te va hablando de lo divino y de lo humano, como si con él no fuese la cosa, y devora kilómetros y kilómetros sin esfuerzo aparente mientras tú padeces entre dientes.

Es una de esas personas tan necesarias, que transmite la pasión por el deporte y la naturaleza en cada palabra. Lo he visto en su expresión cuando hemos estado charlando esta mañana, cuando a cada rato miraba por el espejo retrovisor del microbús. A Bruno le apasiona caminar, y posee unas excelentes cualidades que no son entrenables: es un tío humilde y enamorado de lo que hace. Le envidio. De verdad.

Así que, de camino a Cartagena y vuelta, hemos tenido tiempo para hablar precisamente de eso: de lo importante que es, en el deporte como en la vida, ser humilde y no desmerecer los logros de los demás, sin necesidad de que se ajusten a los nuestros. En este mundo de kilómetros, ritmos y tiempos, en demasiadas ocasiones se olvida que lo verdaderamente importante es la esencia de lo que se hace, y no tanto lo que se hace. Es decir: lo importante es disfrutar con aquello que nos apasiona.

Por desgracia, nos encontramos con quien clasifica los méritos de otros deportistas atendiendo a parámetros meramente físicos: cúanto corro, a qué velocidad, durante cuánto tiempo... Y no es eso. Como he tenido ocasión de señalar en alguna que otra entrada, correr, en sí mismo, no es algo tan extraordinario. Nadie conoce las circunstancias que corren paralelamente a los demás, las dificultades que les acompañan y que sin embargo no son suficiente impedimento para que, por un rato, esas personas se calcen unas zapatillas (o se lancen al agua, o se monten en la bici,...) y corran más que aquellas, dejándolas atrás aunque sea de forma momentánea.

En este ámbito de la vida, donde a veces parece que todo se puede medir, se tiene que medir, no podemos olvidar que todos nos merecemos un respeto y tenemos la obligación de respetar. Siempre habrá alguien más fuerte, más veloz, más resistente... Si no ahora, dentro de unos años. Tal vez entonces miraremos hacia atrás con cierta nostalgia, y descubriremos por fin que, en realidad, lo importante es la esencia de lo que hacemos, el cómo, no el qué.

Me gustan las personas como Bruno, porque en esas ocasiones en las que corro el peligro de olvidar, aunque sea brevemente, de ignorar lo verdaderamente valioso, me recuerdan, con su conversación apasionada y su sonrisa sincera, que la esencia está ahí, y no hay que perderla de vista.

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