miércoles, 6 de noviembre de 2013

Día 187: despedidas

Km recorridos (día/total): 10,4/1667,1                               Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/406
 
Llegan los días de las despedidas. Mañana partirá el penúltimo avión de relevo, en el que viajarán muchos de los compañeros con los que he compartido mi vida durante los últimos meses. Hoy, por ejemplo, disfrutaba de la última carrera junto a Pascual, que regresa por fin a casa, donde se pondrá a tono para rendir al máximo en Valencia. También se marcha mañana Pedro, con quien he pasado muy buenos ratos, en una especial sintonía casi desde que nos conocimos, y al que echaré de menos en estos últimos días de misión.
 
Muy atrás quedan ya aquellos primeros días de caras nuevas y miedo a lo que quedaba por delante. También las carreras del verano, cuando nos cruzábamos cada con grupos de caminantes que nos animaban. A veces Pedro se destacaba del resto, luciendo orgulloso su camiseta del Sevilla C.F., la eterna sonrisa pintada en la cara. Entre Pedro Chaves y yo ha habido una conexión especial desde que aterrizamos, tal vez por su carácter bonachón y su cercanía, tal vez porque siempre fue una persona cariñosa y amable conmigo en los muchos momentos en que he sentido la necesidad de un gesto, una palabra, un apretón de manos... Ni qué decir tiene que le echaré de menos.
 
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En lo deportivo, y tal vez porque comienzo a alcanzar un punto de saturación psicológica durante esta semana, debido a acontecimientos varios y a algún que otro encontronazo, la carrera me supone una liberación diaria. Por la mañana el frío (ya hemos bajado hasta los dos o tres grados, ni más ni menos que treinta de diferencia con respecto a las mañanas de julio y agosto) despedía, como Alberto y yo, a Pascual, quien finalmente ha alcanzado los mil kilómetros en tres meses, se ha recuperado de su lesión y rendirá a gran nivel en Valencia.
 
A mediodía la carrera ha sido una fiesta con Juan, Rober, nuestro fisio "afgano", Alberto, Víctor y yo. Las condiciones atmosféricas eran espectaculares: el sol calentaba en su justa medida, había ausencia de viento y el aire era fresco y limpio. El rodaje en sí ha sido de lo más divertido, aún con Rober intentando soltar el resfriado y Juan aguantando como un jabato los ritmos locos, contagiados, hoy sí, por el buen humor reinante. La sintonía en el grupo es evidente, y se deja ver en cada zancada. Difícilmente podré correr nuevamente en semejantes circunstancias y con semejantes compañeros de asfalto. 
 
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Los días pasan rápida y lentamente a la vez. Conviven también emociones encontradas: la alegría del próximo regreso y la tristeza de las despedidas. No creo que sea posible reunir a un grupo de personas tan especiales como aquellas con las que he tenido la suerte de convivir durante estos meses. Alguno pensará que es una cuestión circunstancial, que las condiciones y el sitio han hecho de esto algo tan especial. Puede que, en parte, no les falte razón. Pero sería tremendamente injusto achacarlo todo a esto último: en gran parte, la naturaleza de esas personas era única antes de venir. La materia prima ya estaba ahí. Cada uno, en el día a día, ha hecho el resto. Con sus sonrisas. Con sus palabras. Con sus abrazos.
 

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