miércoles, 17 de abril de 2013

Vidi, veni, vici: visualización, el último escalón


En el año 47 a.C. Julio César describió escuetamente una rápida victoria suya sobre Farnaces II del Ponto en la Batalla de Zela con la famosa y breve frase "veni, vidi, vici", o lo que es lo mismo: "vine, vi, vencí". Así de rápido y fácil. Y dirás: "¡en el título lo has puesto al revés!". Efectivamente, así es. Y es que yo no me parezco, ni de lejos, al gran estratega militar romano, que guiaba con suficiencia a las legiones del Imperio Romano por prácticamente todo el suelo europeo, cosechando, en la época de máximo esplendor del mismo, victoria tras victoria.
200px-Vexilloid_of_the_Roman_Empire.svgSin las grandes habilidades guerreras del gran César, a mí me cuesta bastante más y tengo que echar mano de algunas estrategias mentales que me ayuden a batirme el cobre con los kilómetros y las pendientes de Cartago con ciertas probabilidades de éxito. Por eso, como ultimísimo escalón del período de preparación, me he tomado la libertad de alterar ligeramente el orden de las palabras de aquel: vi, veni, vici (entendiendo el triunfo, claro está, como una culminación de mis objetivos personales).
En estos días más de uno se sube por las paredes, velando armas para el gran desafío del próximo sábado (hoy me ha salido la vena belicosa...). Al menos a mí, las dudas me corroen, el cuerpo adivina el intenso esfuerzo que se avecina, la impaciencia me puede... No pasan las horas, me aparecen pequeñas molestias por todas partes y me siento pesado, por momentos incapaz de afrontar los 51 kilómetros de la prueba. Estos son los días en los que más se tiene que creer en el trabajo que se ha realizado, en que nuestra preparación ha sido la adecuada, en que sí que podemos, sí que somos capaces de estar a la altura de las circunstancias. Parece que hay poco que podamos hacer, más que esperar...
Y sin embargo, hay un trabajo mental que sí se puede llevar a cabo: la visualización de la prueba. Todos hemos visto como, por ejemplo, antes de un salto de altura, o de longitud, el atleta vive la ejecución del mismo antes de que se produzca, como habrá hecho miles de veces con anterioridad.
Estos días, a mí me gusta dedicar unos minutos de vez en cuando a repasar la carrera mentalmente, tal y como yo preveo que puede desarrollarse: los momentos previos a la salida, los primeros kilómetros, las subida al Calvario, con sus curvas, sus detalles, el primer avituallamiento, la bajada cruzándome con los valientes que aún están enfilando las temibles rampas, el tramo de transición hasta el Castillo de San Julián, la bajada técnica a continuación,...y así, hasta los últimos metros antes de entrar en meta, en los que me recreo voluntariamente con una secreta intención: parece que lo que he visualizado llegará, tarde o temprano, así que me gusta revivir esos postreros instantes de la prueba porque sé que, durante muchos momentos de la mañana del sábado, tirarán de mí.
En mi visualización previa de la prueba no hay espacio para las molestias y las ampollas: sólo cabe el éxito, la culminación positiva de esta gran aventura. Eso me ayuda a querer terminar, incluso en aquellos momentos en los que sé que será duro. La determinación es clave, y empieza no con el cañonazo de salida, sino mucho antes. Comienza durante las sesiones de entrenamiento, sigue en la camilla del fisio, en los malos ratos, en los días de viento y frío, cuando tanto apetecía quedarse en la cama,...y sigue ahora, en estos días en los que uno no sabe muy bien con que llenar las horas que no se entrena.
Por eso yo, que soy un atleta muy normalito, sin las divinas destrezas del César, tengo que tomarme ciertas libertades que alivien el sufrido paso de los kilómetros. Por eso, no creo que a la historia le importe mucho que esta semana cambie el orden de la famosa frase, de tal forma que el sábado a mediodía pueda decir: vi, vine,...¡vici!

No hay comentarios:

Publicar un comentario