miércoles, 24 de julio de 2013

Día 82: a veces hace falta una cuneta

Km recorridos (día/total): 4/488,6                                      Vueltas dadas al perímetro (día/total): 0/180
 
No sé por qué razón esta mañana, cuando por fin he reunido las fuerzas necesarias para levantarme (mi cuerpo todavía no está listo para meterse cuatro sesiones en dos días, por suaves que sean), y mientras corría en dirección a la puerta sur de la base, pegadito a la valla, por donde a esas horas todavía da la sombra (hay que llevar cuidado con los tobillos, que a menudo me mandan avisos de las irregularidades del terreno), me ha venido a la memoria un momento en particular de la primera etapa de la Ruta de los Conquistadores, en la que participé hace ya cinco años.
 
La jornada en sí fue un autentico suplicio: 126 kilómetros y 5500 metros de desnivel positivo acumulado. En un momento dado, había que atravesar el Parque Natural de Carara, cuestas, riachuelos y barro por doquier. Después de emplear dos horas y cuarenta minutos en recorrer apenas 15 kilómetros, cuando llegué al siguiente punto de control no podía creer que aún me quedasen 80 kilómetros.
 
Recuerdo que allá por el último tercio de etapa había marcado en el rutómetro un puerto de 18 kilómetros de longitud. "Ya será menos", pensaba, esperando inútilmente que la organización simplemente exagerase un poco. Pero no, no exageraba, y el puerto, después de 8 horas en bici, se me hizo una pesadilla. Llegó un momento, a mitad de subida, totalmente exhausto, en que me aparté a la cuneta, me senté allí, la cabeza hundida entre las piernas, y comencé a llorar como un niño. La gente pasaba, y yo les decía que siguiesen, que no pasaba nada.
 
Creo que, después de unos diez minutos, me volví a subir a la bicicleta y continué mi camino, para completar la etapa en diez horas y media. Al llegar, llamé a casa diciendo que, esta vez sí, no podría con la carrera. Pude, después de cuatro días, 450 kilómetros, 32 horas de bici y 14000 metros de desnivel positivo acumulado.
.facebook_-83901120
                              Ruta de los Conquistadores 2008. En pleno esfuerzo.
 
Pues bien, esta mañana, como decía, sin saber muy bien por qué, me han venido a la mente esos momentos en que andaba perdido en la cuneta, sólo, sumido en mi agotamiento y mis miserias de deportista. Tal vez sea, intuyo (lo de esta mañana), porque a ratos el cuerpo y la mente me piden a gritos una cuneta en la que detenerme. Y no les hago caso.
 
Así, en un día especialmente cálido (nos espera un fin de semana con máximas de 44 grados), he rodado lo justito, cuatro kilómetros escasos, deseando el masaje de mediodía y que mañana llegue con otras sensaciones distintas a las de hoy, en muchos sentidos. Con un poco de suerte, igual me animo y completo lo que me falta hasta los 500 kilómetros recorridos desde que llegué.
 
La cuneta en este circuito es bacheada, carente de vegetación y de encanto. Bordea una carretera de hormigón y, si uno se sentase un momento, lo único verdaderamente bello que podría apreciar quedaría a la espalda, montañas marrones en la lejanía. No es cuestión de darle la espalda a tal belleza por lo que, de momento, queda lejos el momento de detenerse, aún por unos minutos. En ocasiones viene bien una cuneta, aunque corre uno el riesgo de querer quedarse ahí, sentado y con la cabeza entre las piernas. Y no me puedo permitir el lujo. Ni tan siquiera la tentación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario