martes, 30 de julio de 2013

Día 88: (im)percepciones

Km recorridos (día/total): 14,5/557                                          Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/193

Hoy he estado repasando todo lo que llevo escrito hasta ahora. Resulta sorprendente comprobar como han evolucionado las entradas desde el día que llegué a Herat. Así, sin entrar en profundidad a leerlas, me da la impresión de que muchas de las cosas que cuento ocurrieron hace ya una eternidad. En otras ocasiones, sin embargo, me sorprende ver el tiempo que ha pasado desde un hecho concreto que creía mucho más cercano.

El otro día lo hablaba con Mario, que pasó la segunda mitad del mes de junio en España. Parece que fue hace un siglo cuando estuvo allí. Más aún: es como si no se hubiese marchado nunca y, sin embargo, fue hace apenas tres semanas y media cuando le dimos de nuevo la bienvenida a Herat. El tiempo, o más bien nuestra percepción del mismo, tiene esas cosas.

También de nuevo he vuelto a doblar sesión en el día de hoy. Una vez comprobada mi penosa adaptación a la carrera de la mañana, o más bien mi querencia por la sábana y la almohada, he dejado las salidas de primera hora en cinco o seis kilómetros, los suficientes para despejarme un poco, desengrasar el cuerpo y asegurarme, en caso de que el día no vaya como había planeado, esos al menos diez minutos de carrera diaria.

Luego, por la tarde, hemos iniciado un buen grupo de entrenamiento que, a priori, se juntará cuatro tardes a la semana: lunes, martes, jueves y sábado. De momento, hoy hemos sido cinco, aunque a alguno le haya costado asimilar los nuevos ritmos. Todo lleva su tiempo, sin duda. La idea es hacer un par de días de aeróbico extensivo, como en el día de hoy, y otro par de días con algo de calidad. Progresivamente, y dado que somos todos gente de larga distancia, iremos subiendo también el volumen de las sesiones. Los escasos diez kilómetros de estas fechas se antojan, a partir de septiembre, poco volumen. Poco a poco, habrá que ir sumando.
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Polvo en suspensión (gran foto de Pousiño)
Parece que el calor empieza a dar una pequeña tregua. Dicen que el verano afgano es más corto de lo que suele ser en el este peninsular. A partir de mitad de agosto, según cuentan, las temperaturas se suavizarán y las mañanas y las tardes comenzarán a ser más frescas. Tampoco importa mucho si es en un par de semanas o en cuatro: mi organismo está ya completamente adaptado al terreno y, en ese sentido y como contaba ayer, cada día es físicamente un poco mejor que el anterior.

Hoy, precisamente, he comenzado a darle forma a un par de ideas que me habían surgido a lo largo de estos tres meses, y de las que os iré dando rendidas cuentas conforme avance la misión. Probablemente a finales de septiembre culmine la primera de ellas. A la otra no le quedará más remedio que esperar a noviembre para ver la luz.

En cualquier caso, y al hilo de la extraña percepción que se tiene del tiempo por estos lares, me de la impresión de que, en ambos casos, todo llegará mucho antes de lo que espero. Seguramente, en cuestión de un par de meses, volver a leer esta misma entrada me resultará extraño. Parecerá que nunca sucedió, o que aconteció todo de una forma muy distinta a la relatada. Sin embargo, a día de hoy puedo decir que no, que todo fue tal y como se cuenta. Al fin y al cabo, cambian las percepciones. Los hechos son los que son.

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