Al fin, anoche a las once y diez apagué la luz, y no he amanecido hasta las seis y media, cuando ha sonado el despertador. Hoy me he permitido remolonear poco, mucho menos ya que en días anteriores. A las siete estaba corriendo, despacio al principio, tranquilo, dando a mis articulaciones y músculos el tiempo necesario para trabajar de un modo eficiente, poco más de veinticinco minutos, bajo el sol que auguraba, como después ha sido, un día duro en lo referente a temperatura.
Con un objetivo cada vez más claro a la vista, me he planteado la relativa necesidad de mantener el volumen de kilómetros de la semana anterior, casi ochenta. Lo nunca visto en mí, para qué negarlo. Por ello, después de pasar un día muy relajado, en el que he puesto en marcha otro tema que tenía en mente, por la tarde me he animado a llamar a Alberto el Gorra, que no ha sabido negarse a la tentadora propuesta de un entrenamiento vespertino.
Así, a las siete menos cuarto nos hemos puesto en marcha de nuevo. ¡Qué diferencia tan grande hay entre echar a rodar por la mañana y hacerlo por la tarde! Todo es mucho más fácil después de todo un día activado. El plan era hacer un poquito de calidad, no mucha, y así ha sido. Lo cierto es que, según avanzábamos, he readaptado el entrenamiento para que resultase un poco más sencillo, y en lugar de las cuatro de mil quinientos lo he dejado en dos, que a estas alturas, y con el calor que hace, está perfecto. No se trata de sufrir de más, que aún queda tiempo.
La segunda ha sido mucho más sencilla, porque me he dedicado a tirar de Alberto a un ritmo mucho más llevadero para mí, y a apretarle y animarle en los últimos quinientos metros para que progresase un poquito. Al final lo ha conseguido, con algo de sufrimiento, pero nada fuera de lo normal. A mí también se me había olvidado todo esto de la intensidad. Se sufre, pero a uno le queda la sensación de haber hecho las cosas bien. Este año va a ser interesante en muchos sentidos...
Por otro lado, tener un objetivo a medio plazo hace que mi existencia aquí siga una dirección mucho más concreta, con una serie de hitos intermedios que he de alcanzar durante el trayecto. Todo ello tiene un efecto acelerador del tiempo, pues las semanas ya no se parecen unas a otras, y cada una tiene su propósito fundamental. Y si esos propósitos se refieren a ritmos, sensaciones y volúmenes de entrenamiento, ¡bienvenidos sean!
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