miércoles, 13 de marzo de 2013

El arte de la puesta a punto

Hoy ¡por fin! he podido rodar 30 minutos sin ninguna molestia. Lo cierto es que podría haber hecho más, pero después de tres días sobreviviendo, en el sentido atlético de la palabra, con lo puesto, tenía las piernas un tanto congestionadas, principalmente porque después del entreno del sábado y de las sobrecargas que se derivaron del mismo, en la sesión del lunes el trabajo de Jose, mi fisio y amigo de Fisioizquierdo, se tuvo que centrar en apagar incendios y dejar el resto, que, aunque bastante castigado, estaba en un estado decente, para mejor ocasión.

Toca ya dejar de quejarse y ponerse las pilas con la puesta a punto para el domingo. Si difícil es entrenar y sacar partido de lo que se hace, más difícil aún es conseguir llegar en una forma óptima al momento preciso. Uno puede haber entrenado a las mil maravillas, rendido a tope en las series o en las salidas largas, o por el contrario haber tenido sensaciones pésimas, pero confiar en que ha estado andando el camino correcto. De un modo u otro, la manera de afrontar los días previos a una competición determinarán en gran medida las posibilidades de éxito o fracaso, entendiendo siempre estos términos como algo relativo.

Por supuesto, todo lo que se ha hecho hasta ese momento cuenta, y mucho. El proceso de entrenamiento ha servido para obtener la materia prima a la que ahora toca dar forma, pulir y dejar preparada para la ocasión. La puesta a punto es un arte complicado, en muchas ocasiones del tipo ensayo-error, hasta que uno consigue dar con la clave de lo que de verdad le viene bien. Hay quien necesita gran intensidad en los prolegómenos de la prueba. A otros, en cambio, les sienta mejor el descanso. Existen aquellos que, víctimas de la ansiedad, se exigen de más en los días previos y llegan a su gran cita pasados de rosca, sin saber muy bien por qué no van como esperaban.

Como digo, cada uno, con el paso del tiempo, debe saber determinar qué es lo que le va mejor para rendir al máximo. También hay que tener en cuenta que, como arte que es, la puesta a punto no se asemeja a un proceso matemático, sino que la conforma un conjunto de sensaciones, señales e intuiciones a las que conviene prestar atención. A menudo es necesario moldear y retocar la preparación final casi a diario, en función de los mensajes que nos envía el propio organismo.

No debemos olvidar que es vital tener en cuenta las circunstancias vitales que nos acompañan, y procurar integrarlas en el proceso, de tal manera que no nos centremos exclusivamente en la parte física, descuidando aspectos que pueden influir a la postre negativamente en la parte psicológica. La mayoría de las veces, el equilibrio entre ambos factores nos proporcionará el mejor estado posible.

Por otro lado, tampoco podemos obviar el simple hecho de que, por diversos motivos que escapan a nuestro control, en ocasiones vemos como el propósito de estar en plenitud de condiciones el día D a la hora H se aleja de nosotros. En este caso, es una postura inteligente no pretender luchar contra los elementos y replantearse los objetivos, haciéndolos más accesibles y consecuentes con nuestro estado real, y no con el que nos gustaría haber alcanzado. Hay una meta que siempre estará a nuestro alcance: disfrutar de lo que hacemos. Somos afortunados: corremos.

En principio, mañana mientras corro me dedicaré a la contemplación de los árboles y las hojas caídas, seguramente durante cuarenta o cincuenta minutos con paradas intermedias. El viernes jugaré al tenis y soltaré diez o quince minutos, no más. El sábado, si todo va bien, a lo mejor opto por rodar entre 4 y 6 kilómetros. Y el domingo, antes de la media, trataré de repetir el esquema de hace diez días: 4 kilómetros muy suaves, y otros 4 parando cada mil que incluyan alguna que otra progresión. Y ya veremos qué sucede...

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