lunes, 25 de febrero de 2013

Series de subida al Calvario: sensaciones vs. prestaciones



Esta mañana a primera hora me he imprimido una copia del perfil de la Ruta de las Fortalezas 2013. Pronto haré lo mismo con el de los 101 kilómetros de Ronda. Sé que, a partir de este momento, en muchas ocasiones mi mente jugará con las distancias, los desniveles y los tiempos, intentando imaginar las sensaciones que tendré aquí y allá, en esta subida o en aquel tramo de llano, tratando de recordar cómo me encontraba yo en un punto determinado durante la prueba del año pasado. Por más que quiera imaginármelo, sólo vienen a mí breves imágenes de la carrera, y la mayoría de los kilómetros son lagunas mentales que transcurrieron sin más, centrado en el esfuerzo de progresar lo más rápido posible.

Ayer fue un buen día de entrenamiento. Hacía frío y soplaba el viento, pero no estuvo nada mal. Tenía previsto llevar a cabo unas cuantas subidas y bajadas al santuario del Calvario. Es una buena forma de trabajar la potencia que tan necesaria es en determinadas ascensiones, cuando la pendiente es tan fuerte que la zancada se reduce a una mínima expresión y los talones, en la mayoría de las ocasiones, no llegan a tocar el suelo. A eso hay que sumarle el hormigón y los escalones tallados en la piedra, que obligan a importantes esfuerzos suplementarios.

La subida al Calvario es un buen ejemplo de sufrimiento intenso y más o menos prolongado. Desde que uno deja la carretera tiene la sensación y el persistente deseo de ponerse a andar. Los primeros metros tienen un par de cuestas cortas pero realmente duras, con un pequeño descanso al bordear un murete que, a continuación, da paso a un par de curvas de terreno escalonado en las que es conveniente buscar una trazada amplia antes de llegar nuevamente a la carretera.

Después de cuatro o cinco metros de asfalto, comienza la parte verdaderamente complicada de la ascensión: apenas ochocientos metros sin un mínimo respiro. Al principio, el hormigón se agarra a la suela de las zapatillas, en una zona de pendiente máxima. Posteriormente, el terreno se fragmenta, rocoso y con escalones en la piedra, antes de girar a la izquierda, en la zona más asequible. Luego, al pasar junto a una edificación semiderruida, el hormigón vuelve a hacer acto de presencia y el camino se inclina al máximo: curva cerrada a la izquierda, y vuelta a las piedras, con giros y más giros hasta la última zona, donde los escalones cumplen su función de suavizar mínimamente el esfuerzo.

Al coronar queman los músculos y los pulmones, pero rápidamente hay que lanzarse en un incómodo descenso asfaltado, en el que intento no luchar demasiado contra la fuerza de la gravedad. Después de la parte más inclinada, curva cerrada a la derecha y un terreno de falso llano en el que se pueden gastar muuuuuchas fuerzas en el afán de mantener la velocidad. Sigue un breve tramo de buena carretera, e inmediatamente después se toma el sendero que transcurre junto al muro del cementerio: una bajadita estrecha y divertida que nos llevará finalmente al punto de partida de la subida.

Después de entrenarMis sensaciones durante la primera subida fueron pésimas. Mi organismo no estaba preparado para acumular tanto lactato en sangre a tan tempranas horas. Afortunadamente, tras la bajada y poco más de un minuto de descanso, el cuerpo supo interpretar de qué iba todo, y se comportó decentemente en las dos siguientes subidas y bajadas, cuando a igual nivel de esfuerzo progresé sin tanto sufrimiento. No tanto en la última, donde el cansancio acumulado me pasó factura, y reconocí el momento de volver a casa.
Considero que cuando se hace un trabajo intenso de series hay que utilizar la primera a modo de ajuste orgánico, y no darle demasiada importancia a las sensaciones. El nivel de esfuerzo de esa primera repetición suele ser alto y las sensaciones pésimas. Para hacer un trabajo efectivo, hay que tener en cuenta que las siguientes repeticiones nos exigirán un nivel de esfuerzo menor para mantener e incluso mejorar las prestaciones, ya que por entonces el organismo se habrá adaptado a la carga y gestionará mucho mejor la producción y eliminación de lactato.

De ahí la importancia de realizar un buen calentamiento previo a una sesión intensa, o de utilizar esa primera serie a modo de "ajuste" en un entrenamiento de repeticiones. Al inicio del ejercicio se llevan a cabo una serie de procesos anaeróbicos que generan gran cantidad de lactato, previamente a una regulación posterior. Las malas sensaciones suelen ser debidas a estos procesos: el cuerpo necesita acostumbrarse a lo que le estamos pidiendo. Las series consiguientes irán mucho mejor.

Por eso, incluir en el calentamiento de una prueba que nos exigirá un esfuerzo grande casi de manera inmediada un poco de intensidad no nos vendrá nada mal. Con una pequeña pausa posterior, se favorecerá la autorregulación orgánica a la que me refería, y las sensaciones al comenzar a correr serán mucho mejores: menor nivel de esfuerzo que en el calentamiento y mejores prestaciones. Si, a pesar de ello, siguen las malas sensaciones, simplemente puede que ése no sea tu día. Y ahí no hay nada que hacer, más que tener paciencia. ¡Ya vendrán días mejores!

No hay comentarios:

Publicar un comentario