lunes, 1 de julio de 2013

Día 59: cuando se trata de correr, no se pregunta

Km recorridos (día/total): 12,8/322,4                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/141
 
Nuevo lunes. Nuevo sentido, nuevas zapatillas. Esta mañana estaba muy cansado. Nada más abrir los ojos he pensado en las ganas que tenía de que llegase mediodía para poder dormir una pequeña siesta. Me ha costado levantarme, ponerme las mallas, ponerme en marcha. De hecho, después de dos vueltas he pensado que era suficiente. No sé los días seguidos que llevo corriendo seis o siete kilómetros, además de todo lo demás, así que he pensado que, por qué no, hoy podía tomármelo con relativa calma y cumplir con los mínimos. Dos vueltas, me he dicho, y a la ducha. Y así ha sido...o casi.
 
Luego, a la hora de la comida, viene Manu y me dice que esta tarde le toca correr 10 kilómetros. No sé, no sé. Déjame que me lo piense. ¿A las siete? A las siete va bien. Bueno, a ver cómo me sienta la siesta, pero en principio cuenta con ello. Si me llama otra vez, le digo que sí (estúpida frase que aquí empleo para priorizar a los que me piden algo sin mucha convicción, sólo por el vicio de pedir).
 
Pero para ir a correr no hay que insistirme mucho, y a las seis he confirmado la cita, y allí estábamos a las siete, yo a toda prisa recogiendo la ropa de la lavandería porque a esas alturas me había quedado sin camisetas y sin mallas, con media colada tendida dentro de la habitación, pero feliz y contento de calzarme nuevamente las Cascadia 7 azules, las que me hacen un poco de daño en el meñique, aunque sólo los primeros kilómetros.
 
Ha sido un acierto. He disfrutado muchísimo de la compañía y de la carrera. Los paisajes cambian con la luz, y por donde por la mañana asomaba el sol, esta tarde había sombras que no nos han dejado completar los diez kilómetros (nos hemos quedado en ocho y medio, que tampoco está mal). Las montañas se levantan pintadas de distintos tonos, oscuras, bellas e inhóspitas en el horizonte. La brisa de esta tarde era refrescante, limpia. ¡Qué raro ha sido correr sin los rayos de sol sobre mis hombros! Creo que lo repetiré mucho más a menudo.
 
Además, me he encontrado mucho mejor que esta mañana: más suelto y ligero, de tal forma que los últimos cuatro kilómetros el ritmo ha ido in-crescendo, hasta llegar a un punto de incomodidad que a mí me apasiona, porque desgasta casi sin que uno se de cuenta.
 
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Todo esto ha sido en mi carrera número sesenta desde que llegué. Ha transcurrido ya un tercio de mi estancia. Me he mirado al espejo después de la carrera. Dos meses desde que llegué. Cuatro más por delante. Es una sensación rara. En cualquier caso, el mes no ha podido comenzar de mejor manera. Objetivo: haber pasado holgadamente de los quinientos kilómetros cuando llegue el primer día de agosto. Fácil. Al menos a priori. Si es con días como esté, será coser y cantar. Aunque me tengan que sacar de la cama.

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