domingo, 7 de julio de 2013

Día 65: los toros de Kandahar

Km recorridos (día/total): 5,4/352,6                                         Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/148

Aunque no lo parezca, un domingo también es domingo cuando uno se levanta a las seis y media. Esta mañana había mucho que hacer antes del comienzo de la I Milla Urbana de San Fermín que se ha organizado en Herat, así que el despertador no ha tenido piedad de mí. De todos modos, yo ya llevaba despierto un rato, dicho sea de paso, así que no ha dolido tanto.

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Antes de comenzar con los preparativos de la prueba, quería rodar un rato, con tranquilidad, para desperezarme. Luego ha habido que balizar el circuito, poner agua, un punto para las inscripciones de última hora, repartir los pañuelos rojos,...Mentiría si no dijese que todo lo anterior ha sido posible en tiempo record únicamente gracias a la colaboración desinteresada del montón de gente que ha echado una mano, compañeros y amigos a los que recurrí ayer por la tarde, y que han respondido de manera increíble.

A las siete y media la Plaza de España, lugar de concentración y salida, era un hervidero de corredores italianos, americanos y españoles, todos con su pañuelo rojo al cuello, la mayor parte de ellos con camiseta blanca. A los americanos e italianos les decía con media sonrisa que habría toros, algo que provocaba una mezcla de sorpresa e incredulidad, traídos de Kandahar, especialmente para la ocasión. ¡Tendríais que haber visto la cara de sorpresa cuando han aparecido los mayorales y las dos reses menos bravas y más simpáticas que he visto en mi vida! Gracias a ellos, la carrera ha sido un éxito del que todos, en mayor o menor medida, han disfrutado.

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Después de unas explicaciones técnicas e históricas sobre el circuito y la tradición del día de San Fermín se ha entonado el canto al santo, ante la atónita mirada de los invitados extranjeros, y, sin chupinazo (es lo único que ha faltado, por razones obvias), se ha dado la salida al encierro, con los dos bravos morlacos empujando a los más rezagados, guiados por profesionalísimos mozos especialmente venidos para la ocasión.

La carrera ha sido rápida y limpia, sin mucha historia, con dos vueltas a un circuito callejero revirado y vistoso, y ha terminado con un chocolate con churros para los osados corredores. No ha habido que lamentar heridos por asta de toro, salvo uno de los mozos, que entraba en meta portado en camilla por dos improvisados sanitarios. Su estado, a priori, no reviste gravedad.

Ni que decir tiene que la vistosidad al encierro la han aportado hoy aquellos que, con ilusión, se han animado a correr y a reproducir con una inverosímil exactitud el ambiente pamplonés. Al final, todos estaban con una sonrisa de oreja a oreja, encantados de haber participado en este pintoresco divertimento dominical, que no ha hecho sino aliviar brevemente la rutina veraniega. Lo de menos hoy, a fin de cuentas, era correr.

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