martes, 8 de enero de 2013

Ser corredor popular y no morir en el intento.

En determinados círculos se habla del "corredor popular" con cierto desmerecimiento, como si el hecho en sí de serlo limitase de alguna manera el potencial y el esfuerzo del mismo. A mí me parece que es un término que pretende abarcar a una masa de personas tan grande, que en algún momento se pierde por el camino, y se queda corto o largo, según el caso. Cuando se queda largo, no pasa nada. El problema es cuando se queda corto, porque la delgada línea que separa al atleta profesional de los estratos más altos de la categoría popular es en muchas ocasiones difusa. 

Por un lado, el término "corredor popular" no define merecidamente a una gran cantidad de atletas que, por un motivo o por otro, no han dado el dificilísimo paso al profesionalismo, en muchos casos porque es un paso a un mundo tan complejo, esforzado y poco o nada remunerado, que no invita a darlo. Por otro, no engloba a aquellos (muchísimos) cuyo espíritu de sacrificio y esfuerzo no tienen nada que envidiar a ningún otro, profesional o no, y tienen constantemente que hacer encaje de bolillos para integrar una sesión de entrenamiento en su vida diaria, luchando a menudo contra viento y marea. A mí, en cualquier caso, me gusta muchísimo más la denominación "atleta". Profesional o no, según las circunstancias.

Considero, no obstante, que hay un paso intermedio entre el corredor popular y el atleta, que consiste principalmente en adoptar cierta metodología de entrenamiento y hábitos saludables. En más de una ocasión he conocido a nuevos corredores que se han dejado seducir por los cantos de sirena de otros corredores más experimentados y con mejores intenciones, pero que han desembarcado en el mundo del atletismo mal aconsejados ("tú haz esto y verás como mejoras", "tú hazme caso, que llevo veinte años corriendo", "ya verás como en tres meses estás corriendo una media maratón",...), ávidos de carreras domingo tras domingo, como si el mundo fuese a acabarse el lunes siguiente, sin observar determinadas pautas que, a mi juicio, deben seguirse para hacer que esto dure muchos años, y que la pasión no se acabe en la primera lesión, que por otro lado, si no se sigue una progresión lógica y razonable, no tardará en llegar. ¡Hay vida más allá de las medias maratones!¡No hay que correrlas todas!¡Esto es mucho más que una competición!

A menudo, inundados por un apasionante mundo de cifras, tiempos, pulsos, kilómetros,...perdemos la noción de lo verdaderamente importante. Pronto se empieza a no disfrutar. Lo que satisfacía en una primera fase en breve nos sabe a poco, hasta que llega un punto en que las ramas no nos dejan ver el bosque, a pesar de que el bosque está lleno de sensaciones y de bellos rincones que no siempre se presentan en forma de frios dígitos.

Pasamos de decir: ¡Cuánto he disfrutado hoy de la carrera! a ¡Hoy he corrido a tantos minutos y tantos segundos el kilómetro!

Pasamos de preguntar: ¿Qué tal lo has pasado? o ¿Qué tal era el ambiente? a ¿A cómo te ha salido el kilómetro? o ¿Cómo has quedado?

Pasamos de pensar: "Lo que he hecho hoy tiene un gran mérito" a "¿Para qué tanto esfuerzo?".

Pasamos de sentir: "¡Qué bien me siento con lo que hago!" a "Esto es frustrante, tengo que entrenar mucho más".

En mi opinión, olvidamos que lo realmente mágico de correr es simplemente ¡CORRER!, y como algo mágico hemos de tratarlo. De nada nos sirve descubrir un mundo apasionante, si a continuación no lo cuidamos, de manera que podamos disfrutar de él todo lo posible. Para hacerlo, hay que dejar atrás la necesidad de medir todo el tiempo, y dejarnos guiar por alguien que nos haga disfrutar por el camino.

Porque el objetivo no es la línea de meta, sino el propio camino.

Porque el reloj cada vez corre más rápido, e inexorable, nunca dará marcha atrás.

Porque este bosque está lleno de sensaciones y de bellos rincones.

Y de aún más bellas compañías.

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