lunes, 28 de enero de 2013

Correr al amanecer: sensaciones íntimas.

La mañana de ayer domingo amaneció fría. Levantarse temprano para coger el coche e irse a entrenar solo es un buen ejercicio de fuerza de voluntad. Mirar el reloj, sentir la calidez de las sábanas, darse la vuelta como para no querer ver que el tiempo avanza, que nadie espera fuera, que no pasará nada si hoy, sólo hoy, me quedo un rato más y hago un cambio de planes sobre la marcha. Había dejado todo preparado la noche anterior: la ropa junto al lavabo, incluido un gorro de The North Face que me encontré el domingo pasado cuando rodaba con David, y las Brooks Cascadia sobre la mesa de la cocina. Camino del baño todavía no sabía ni adónde ir, ni si llevarme a los perros o no. Pero, como siempre cuando salgo vestido con la ropa de deporte, adivinaron inmediatamente que tocaba correr. Entre bostezos y estiradas desperezadoras se sumaron a la fiesta, y me dio pena dejarlos en casa, así que les abrí la puerta de casa, bajamos al garaje, ¡y al maletero!

Camino de Cartagena me sentí genial. Sobre el horizonte, a lo lejos, se recortaban unas pocas palmeras, y el cielo comenzaba a adquirir el tono anaranjado previo a la salida del sol. Cuatro grados y medio. Comencé a correr en mi circuito favorito: 16 kilómetros con subida al santuario del Calvario y San Julián. La primera se me hizo muy dura. Las rampas del 25% de desnivel y el cuerpo todavía en proceso de adaptarse al esfuerzo se notaban en demasía. Para colmo, los perros hacían ademán de pararse de vez en cuando. Todavía no sabían que el día iba para largo. La ladera de subida está al lado de la sombra, y se nota en la temperatura del aire. Apenas cuatro o cinco senderistas en camino. Se empieza a notar que se aproxima la Ruta de las Fortalezas. Me encanta.

Me animé en la bajada. Si el año pasado me tomé los descensos y los tramos llanos a modo de recuperación, este año, aunque a priori parezca contradictorio, quiero "descansar" en las subidas, y aumentar la velocidad media en los tramos favorables. Esto tiene, a primera vista, un efecto devastador, según la experiencia de ayer, en los tramos que pican hacia arriba: las piernas acumulan fatiga también en la bajada, y cuando empiezas a subir cuesta encontrar el ritmo. Espero que resulte, porque hay que jugar mucho con las sensaciones, tener paciencia cuesta arriba y permitirse pequeños descansos antes de afrontar las subidas largas. Porque descansar subiendo no es descansar del todo, y hay que conseguir un buen nivel aeróbico para que el organismo elimine resíduos también a pulsaciones altas (puedes leer algo al respecto en la entrada San Silvestre: el corazón por la boca) y los músculos puedan seguir trabajando de una manera eficiente.

La subida a San Julián engaña. Desde la carretera empieza a picar hacia arriba, suavemente al principio aunque luego, cuando el camino de asfalto rugoso pasa junto a un estanque, viene un tramo de un kilómetro muy, muy duro, con más del 20% de desnivel, de tal forma que cuando giras a la izquierda y coges el camino de subida propiamente dicho llevas ya casi un par de kilómetros al límite, y aún quedan casi dos kilómetros para alcanzar la cima. Pero yo me empezaba a encontrar bien, y desde ese punto cogí mi ritmo de respiración. Los perros ya sabían de que iba el tema, así que no derrochaban energía inútilmente, y las curvas cerradas servían de pequeño respiro antes de comenzar una nueva recta. ¡Qué subida tan bonita, con Cartagena al fondo, y los picos del otro lado de la bahía: Galeras, Atalayas y Roldán, dibujándose claramente en el cielo!

A falta de un par de minutos para coronar me crucé con dos que bajaban animados. Llegué arriba, me tomé pulsaciones (27-22-22, gracias a los últimos 20 minutos en constante ascensión), y de nuevo para abajo. Enseguida sale una bajada muy divertida a la izquieda, que es por donde se bajó en la última edición de la Ruta de las Fortalezas. Solté un poco de correa a Danko y a Troy, para evitar tropezarme con ellos y acabar en el suelo, y bajé disfrutando como nunca. En este último tramo empecé a encontrarme realmente bien, así que cuando ví a los dos con los que me había cruzado al final de la subida a lo lejos, no puede evitar ir a por ellos. Llegando a la carretera los pasé. Saludo, incremento de ritmo y para el coche. En ese punto iba lanzado, con unas sensaciones estupendas y muy buena velocidad. De eso se trata, de ganar en estos tramos. Al final, poco menos de hora y veinte, y unos pulsos sorprendentes (26-16-15). A ver si seguimos esta progresión para cuando, en breve, toquen dos vueltas.

Cuando salía con el coche comenzaba a subir muchísima gente. A mi me causa una enorme satisfacción volver a casa tan temprano con el entrenamiento terminado, sobretodo con tan buenas sensaciones como las de ayer. El camino es largo, pero por algo hay que empezar. El domingo que viene seguramente tocará una salida un poco más larga por el mismo terreno. ¿Alguien se apunta?

(ahora también puedes leer este artículo en www.ensolo10minutos.com)

1 comentario:

  1. Nunca hay que confundir FELICIDAD con COMODIDAD, así fuiste feliz y si te hubieras quedado en la cama habrías encontrado la comodidad que se hubiera transformado en frustración por no haber salido a entrenar cuando tocaba.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar