Uno de las consecuencias más llamativas que tiene sobre mí el hecho de fijar un objetivo deportivo a medio plazo es el efecto acelerador del tiempo. Puede parecer una tontería, pero desde este momento y hasta abril y mayo, sé que las semanas pasarán casi sin darme cuenta, y pronto llegará el día en que amanezca en la plaza del Ayuntamiento de Cartagena a las ocho de la mañana con la mirada perdida entre las cimas del santuario del Calvario y San Julián, adivinando el esfuerzo venidero, y poco después en el campo de deportes de Ronda, inmerso en el bullicio y la algarabía de los 7000 deportistas que aguardarán, nerviosos, intranquilos, expectantes, el momento de comenzar su andadura por la serranía de Ronda.
El tiempo pasa deprisa, es cierto, y corremos el riesgo de dejarlo transcurrir sin más, pensando que todavía nos queda mucho por delante, cuando en realidad no es así. Es por eso que hay que estructurar bien las sesiones, especialmente en lo que se refiere al incremento progresivo del volumen de entrenamiento. Aumentar la duración de las sesiones de forma lógica es una buena forma de dejar que nuestro organismo se adapte progresivamente a las cargas de trabajo.
Por otro lado, modificar la intensidad de las cargas es otra manera de conseguir una buena puesta a punto. Este hecho es especialmente importante cuando hablamos de preparar la Ruta de las Fortalezas, por el exigente recorrido de la prueba. Así, hay que trabajar la potencia casi anaeróbica (subidas cortas e intensas, como la del Calvario o Atalayas) y la potencia aeróbica (subidas largas de menos pendiente, como San Julián o Galeras).
No obstante, el factor volumen ha de estar en equilibrio no sólo con el rendimiento, sino con nuestras circunstancias personales. De repente, no vale de nada perder el norte y pensar sólo en kilómetros y kilómetros, descuidando otros aspectos vitales. El entrenamiento para estas pruebas es particularmente exigente, pero admite, afortunadamente, un amplio rango de variables que, en la medida de lo posible, garantizan el objetivo principal de todos: cruzar la línea de meta. Será en once, quince, diecinueve o veintidós horas.
Lo importante, a fin de cuentas, es estar presente y disfrutar de la aventura que supone el simple hecho de ponerse en marcha. Ir a un ritmo u otro no es ni mucho menos lo esencial en este tipo de carreras. Nuestro nivel no se puede medir únicamente en función del tiempo realizado, sino en base a una multitud de circunstancias particulares que cada uno lleva consigo, y que condicionan de mil maneras todo el proceso. Aquí, más que nunca, cada corredor que cruza la línea de meta ha vencido. A los kilómetros, a la fatiga, al dolor...Pero sobretodo, a sus circunstancias.
Tú lo has dicho...cada corredor que cruza la meta ha recorrido n camino largó y distinto, no sólo el día de la prueba. Todos son vencedores.
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