miércoles, 18 de septiembre de 2013

Día 138: minimalista

Km recorridos (día/total): 14,8/1146,2                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/306
 
Hoy a media mañana he recibido un regalo sorpresa. Antes, a eso de las seis y media, ya estaba golpeando el asfalto en compañía de Alberto. Pascual y Tabu, por motivos laborales, han tenido que salir incluso antes que nosotros. ¡Y luego hay quien dice que no tiene tiempo! Nuevamente, el rodaje matinal ha sido suave, forzosamente un poco más corto en esta ocasión.
 
A medio camino hacia el sur, veíamos aterrizar un gigantesco Ilyushin que, yo aún sin saberlo, me traía un soplo de aire fresco para mis entrenamientos en Herat: un par de zapatillas casi minimalistas por las que suspiraba desde hacía tiempo. Teresa no ha podido estar más acertada con el regalo: mis nuevas New Balance MT1010, un modelo de trail super ligero (220 gramos) y muy cómodo que favorece una técnica de carrera eficiente sin llegar a ser tan radical como otras zapatillas de este segmento. Las he tenido todo el día a mi lado en la oficina, hasta que ha llegado el momento de probarlas.
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De izquierda a derecha: Pascual, Tabu, yo, Alberto y Ángel
 
Eso ha sido ya a las seis de la tarde. El grupo, desde luego, era de calidad: Pascual, Alberto, Tabu y Ángel. A esa hora, la luna ya lucía con fuerza, preludio de unos últimos kilómetros en la penumbra. Así, con mis zapatillas nuevas, echábamos a rodar. Desde el primer momento me he encontrado bien, ágil y con una zancada que me ha resultado muy fácil. Hoy he disfrutado de verdad con la salida, corriendo ligero y casi sin esfuerzo a ritmos en muchos momentos por debajo de la barrera de los cuatro minutos el kilómetro.
 
IMG-20130918-WA0001De hecho, la noche se nos ha echado encima en el penúltimo tramo. Ha sido una sensación extraña. Recuerdo un pensamiento ya bajo la única iluminación de la luna: ayer escribía que me entraban ganas de salir a rodar a estas horas; hoy lo estamos haciendo. El último tramo ha resultado ser un excelente ejercicio de propiocepción, donde el pie impactaba en la irregular superficie sin saber muy bien qué había debajo. Ha sido divertido correr así, adivinando el perfil del terreno conforme avanzábamos velozmente, con la luna brillando sobre nuestras espaldas, dibujando siluetas, y el cielo adquiriendo progresivamente un tono cada vez más oscuro.
 
Al terminar, todos estábamos muy satisfechos con el entrenamiento. ¡Qué suerte el haber encontrado un grupo de carrera tan homogéneo y con tantas ganas! De esta forma, nos mejoramos los unos a los otros, no sólo por el incremento imperceptible de nuestra velocidad media, sino por el apoyo incondicional que nos prestamos unos a otros. Cuesta tan poco entrenar así...
 
La semana está pasando a una velocidad de vértigo, casi como los kilómetros que recorremos. Voy camino de batir mi récord histórico de volumen de carrera en siete días. Sólo estamos a miércoles, y ya han caido cuarenta y cinco. Sin embargo, correr aquí, con esta gente tan estupenda, se ha convertido en un ejercicio de liberación personal tal, que casi no me supone un esfuerzo, si acaso durante los primeros minutos de la mañana, que es cuando mis tobillos, principalmente, se quejan en voz baja.
 
Por todo, se ha convertido en algo natural y sencillo. ¿Estaré progresando hacia mi proyecto de corredor total? Creo que estoy en el camino adecuado. A buen ritmo. Imparable. Con estos compañeros de ruta, ¡qué fácil resulta!
 



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