domingo, 29 de septiembre de 2013

Día 148: el último tramo

Km recorridos (día/total): 14,8/1252,1                              Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/327

Hace varios días ya que comencé el último cuarto de misión. Después de todo lo transcurrido, se corre el peligro de pensar que al final no se está haciendo tan largo. Luego, uno repasa las entradas, los kilómetros, las fotos, las carreras, la gente que ha pasado por aquí a lo largo de estos meses y ya no está... y se da cuenta de que, en verdad, es ya mucho tiempo el que ha transcurrido desde que aquel lejanísimo dos de mayo en que dejamos atrás a familiares y amigos, entre otras muchas cosas.

Se percibe en el ambiente una saturación general. El cansancio psicológico comienza a hacer mella en muchos de nosotros que, en cualquier caso, continuamos, como todos, con nuestra labor diaria con las mismas ganas y el mismo espíritu. Las relaciones con el resto de compañeros se van haciendo más cercanas o enfriando, en menor medida y según el caso.

En un círculo tan cerrado y durante un tiempo tan prolongado, la gente se va mostrando poco a poco tal cual es (eso, el que no lo ha ido haciendo desde un principio). De cualquier forma, las interacciones entre nosotros son cordiales, o al menos correctas en todo momento, aunque uno busca, cada vez con más anhelo y frecuencia, como describía mi buen amigo Asís en una de sus crónicas semanales, su espacio vital en el que aislarse, al menos durante un rato, del resto del mundo.

A mí, por suerte, me queda la carrera a pie y mis compañeros de rodaje. Podría pensarse que, tras más de mil doscientos kilómetros en un mismo lugar, mis ganas de echarme al asfalto han ido menguando. Sin embargo, cada día que pasa siento que correr aquí me da la vida y, como hoy, siempre que encuentro un hueco estoy deseando salir a rodar, ya sea solo o acompañado.

Este viernes ha supuesto el punto de inflexión de la semana, en lo que a sensaciones se refiere. Por la mañana hemos rodado Alberto, Tabu y yo, pero me encontraba pesado y muy atascado, a pesar de lo cual he completado casi diez kilómetros. Por la tarde, y poniéndonos en marcha al atardecer, Víctor, Millán (otro que se anima con nosotros y alucina), Alberto y yo salíamos nuevamente a por todas. En esta ocasión, mis piernas y mis pulmones han funcionado casi a la perfección, y por primera vez desde el pasado domingo he encontrado los ritmos adecuados sin apenas esfuerzo y disfrutando de lo lindo.

Los kilómetros, en días como hoy, pasan sin casi darse uno cuenta. Correr me da la vida. Mis compañeros de asfalto y de trabajo me la alegran. Vislumbrar cada día un poquito más cerca mi regreso y el reencuentro con mis seres amados me impulsa a continuar en esta línea ascendente.

Ya escribía hace un tiempo que soy un corredor de fondo y que, como tal, las segundas partes de las pruebas siempre me resultaban más llevaderas. En este caso no es distinto, y los días se escapan entre los dedos. La ilusión enmascara la fatiga y mi cabeza hace cálculos en positivo: poco más de siete semanas, unos cuatrocientos cincuenta kilómetros, unas siete mil flexiones,....y estaré de nuevo en casa. No hay nada que desee más en el mundo. Aún más en esta ocasión, el reencuentro bien vale la estancia. También las personas que he conocido a lo largo de todo este tiempo. Con ellas, por ellas, todo esto está mereciendo la pena.

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