martes, 20 de agosto de 2013

Día 107: nuevos horizontes

Km recorridos (día/total): 11,6/773                                          Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/234

La jornada de este nuevo domingo ha comenzado, una vez más, con una suave carrera junto a Alberto, que se ha convertido en mi inseparable compañero de fatigas sobre el duro suelo afgano. Así, a primera hora de la mañana hemos hecho el recorrido de costumbre, cinco kilómetros y poco con una parada intermedia en el punto más al sur de nuestro circuito, con una charla agradable y una temperatura que, poco a poco, se va acercando a valores más llevaderos. A la vuelta nos esperaba Pascual, que esta mañana se ha metido veinte kilómetros entre pecho y espalda saliendo a las seis de la mañana. El Afghanistan Runner se ha labrado su buena fama a base de muchísimo trabajo. ¡Qué gran atleta, pero sobre todo, qué gran tipo!

En un domingo que no prometía grandes cosas, el mediodía me tenía reservada una sorpresa más que agradable. Nunca sabes dónde ni cuándo vas a conocer a una persona que amplíe tus horizontes personales. En ocasiones, se trata simplemente de confiar en la propia intuición, esa que te dice que la persona que tienes delante merece la pena, aún sin conocerla en profundidad. Es muy agradable, por otro lado, descubrir a alguien que va más allá, que trabaja y hace por los demás.

Hoy, de la manera más circunstancial posible, se ha abierto un nuevo horizonte en mi vida. En realidad, era algo que llevaba unos meses en un estado latente en mi interior y que, por fin, en el día de hoy, ha visto la luz al final del túnel. Sin saber muy bien por qué ni de qué forma, me he comprometido a dar un paso adelante apoyando una causa solidaria: la de la Asociación por los Derechos Humanos en Afganistán, de la que Mónica Bernabé, una periodista que parece haber consagrado su vida a este país, me ha hablado esta tarde. A decir verdad, sí sé de qué forma lo haré, aunque de momento no puedo adelantarlo, ya que es uno de los proyectos que surgió hace unos meses, y que poco a poco va tomando forma. Al final de mi estancia en Herat, espero, todo se andará.

Ya a media tarde, Pascual, Alberto y yo hemos cubierto los últimos seis kilómetros y medio de la semana, a buen ritmo a pesar de las malas sensaciones: a estas alturas, mis piernas necesitan un pequeño descanso. Aún así, de nuevo he sobrepasado los ochenta kilómetros semanales, lo que me lleva a darme cuenta de que, durante el último mes, he recorrido trescientos treinta y tres kilómetros, todo un récord para mí, más aún en pleno verano afgano, con todo lo que ello supone.

Está visto que el desafío de la maratón de Valencia está bien encaminado y navega con todo el velamen desplegado, aprovechando cualquier brisa. Espero que sigan soplando vientos favorables, o al menos no demasiado contrarios al rumbo deseado. Como escribí en una ocasión, es cierto eso de que “ningún viento es favorable si uno no sabe a dónde se dirige”. A mí, a día de hoy, todos los vientos me resultan de gran provecho: los más favorables me acercan a mi objetivo; los menos me enseñan a lidiar con el mar embravecido, lo cual me lleva a otra frase: “ningún mar en calma hizo experto a un marinero”.

Definitivamente, no quiero mares en calma.

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