lunes, 5 de agosto de 2013

Día 94: tan lejos, tan cerca

Km recorridos (día/total): 17,8/620,1                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/206

He escrito en alguna ocasión que, finalmente, o más bien seguramente, aunque de una forma velada desde un principio, este ha resultado ser un blog sobre personas, unidas todas ellas por un hilo conductor, el deporte en general, la carrera a pie en particular. Como tal, de cuando en cuando me encanta hablar de gente que, al menos para mí, y supongo que para otros muchos, representan un ejemplo a seguir en la vida.
 
Tal es el caso de un amigo mío, Mike, gran ciclista, mejicano de pura cepa, al que tuve la suerte de conocer durante mi experiencia costarricense en la Ruta de los Conquistadores. En realidad, lo poco que coincidimos, creo recordar, fue al finalizar la segunda o tercera etapa, en el autobús que nos había de transportar al hotel. Sucedió lo típico en estas ocasiones: una breve charla, un intercambio de correos, Facebook...
 
Bien es cierto, también, que lo que no se cuida acaba muriendo por el paso del tiempo. Sin embargo, en este caso, Mike y yo hemos mantenido, a lo largo de estos años, un contacto cercano a través de las redes sociales, un "me gusta", un comentario, una felicitación, una sincera preocupación,... hasta tal punto que hemos forjado una curiosa amistad. De hecho, y él lo sabe, está invitado a España cuando quiera. Aquí (o en el momento en que escribo esto, allí) tiene su casa. Le espero con los brazos abiertos.
 
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Mike tuvo un grave problema de salud hace unos meses que le ha impedido hacer lo que seguramente más le gusta en la vida, que es montar en bicicleta. Estoy seguro y sé que ha pasado por momentos muy difíciles en muchos aspectos, como iba narrando con cuentagotas en su perfil. Por eso, cuando hoy he visto que, después de este tiempo, ha vuelto a rodar a lomos de su bici, me he alegrado mucho por él, y no he podido evitar mandarle un mensaje de felicitación. La entrada de hoy, con el permiso de mi magnífico compañero y amigo Asís, es para él.
 
Poco importa, pues, el hecho de que hoy hayamos dado Alberto y yo un paso adelante en nuestra preparación para la maratón de Valencia. A pesar de las duras condiciones climatológicas, con una temperatura de treinta y nueve grados a las seis y media de la tarde y un siete por ciento de humedad relativa, el Gorra y yo nos hemos metido cuatro de tres mil manteniendo el tipo, y eso que le ha costado lo suyo convencerse de que podía con todo. A eso, por mi parte, he de sumarle los cinco kilómetros y pico de por la mañana. Me voy acercando a lo deseable, a lo deseado. Paso a paso. Poco a poco. Y en inmejorable compañía.
 
Esta tarde, curiosamente, en una de las pausas, Alberto me decía que no sabía cómo pagarme el hecho de entrenar con él, que no tenía nada que darme a cambio. Se equivoca, por simple desconocimiento (los laberintos interiores de cada uno son muchas veces inescrutables a simple vista): soy yo el que se siente verdaderamente afortunado de que nuestros caminos se hayan cruzado aquí y ahora, en este preciso momento. En ocasiones, uno tiene que viajar a siete mil kilómetros para descubrir a alguien. En este caso, sin duda el viaje para tal descubrimiento ha merecido la pena.
 

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