jueves, 8 de agosto de 2013

Día 97: el mejor momento del día

Km recorridos (día/total): 18,1/661,2                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/213
 
Después de la tarde de ayer era previsible que hoy por la mañana me tirase, como así ha sido, unos cinco minutos sentado en el borde de la cama, estirándome y comprobando si los dolores varios de anoche aún seguían presentes. Y sin embargo, después de pasar esos minutos ahí, intentando encontrar la motivación necesaria para calzarme las zapatillas, me he dado cuenta de que los dolores no estaban, si acaso mi espalda un poco contracturada después de un cariñoso abrazo de boa constrictor por parte de mi compañero de ayer en BJJ, y poco más, las piernas bien, el dedo meñique que me doblé ayer bien, el codo que al acostarme tenía algo inflamado bien,...
 
En definitiva, no había excusas (nunca las hay, por otra parte) para no levantarme y echar a rodar, así que solito, perezoso, he completado mi vuelta al circuito de cinco kilómetros y pico de rigor, a mi ritmo, encontrándome mejor con cada metro. Aún así, estaba desde esta mañana deseoso de volver a la cama. Sin embargo, mi masaje de mediodía ha impedido que esto ocurra, y a las tres de la tarde estaba tumbado en la camilla para una descarga general (la próxima vez pediré que sea más de piernas que de tren superior) que me ha dejado, si no como nuevo, sí un poco mejor de lo que estaba en un principio.
 
A las seis y cuarto de la tarde me esperaba la segunda sesión del día. Por fortuna, y dado que después del masaje se me quedan las piernas sin apenas tono muscular, el entrenamiento de esta tarde era muy llevadero, apenas trece kilómetros fraccionados rodando a un ritmo tranquilo, para mí totalmente extensivo, que han servido para darme cuenta de que poco a poco no únicamente yo voy adaptándome a los tres o cuatro kilómetros de más con respecto a la semana pasada: me ha alegrado mucho ver que Alberto y el resto terminaban con muy buenas sensaciones, señal inequívoca de que todo va según lo previsto.
 
Es increíble ver como ha cambiado la dinámica de mis carreras aquí de un tiempo a esta parte, primero desde el momento en que Alberto y yo comenzamos a salir, luego cuando se fueron uniendo más corredores, como Valentín Símón y José Soria, y desde hace un par de días cuando llegó al grupo Pascual Vargas, mi querido amigo, el Afghanistan Runner. Ahora, los kilómetros pasan inadvertidos, rápidos, en buenísima compañía, y la hora de la quedada se ha convertido, sin duda, en el mejor momento del día, de tal manera que estoy deseando que llegue el sábado, y con él un nuevo día de entrenamiento.
 
De momento, mañana a las siete me espera Alberto para nuestros cinco kilómetros mañaneros. Como me encuentre bien y no haga mucho calor, igual le sorprendo y le digo que en lugar de cinco sean diez. No sé, no sé. Esta semana voy camino de los noventa kilómetros, un récord de volumen de carrera para mí. Tengo ganas de comprobar, una vez llegue a España, lo que dará de sí todo esto.
 
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En cualquier caso, para mí está siendo una experiencia inmejorable en muchos sentidos, que seguro se verá culminada a mi regreso, cuando pueda rodar de nuevo con toda esta buena gente en otro ambiente, con otra motivación, con otros objetivos, pero con todo lo que, a buen seguro, llevaremos a nuestras espaldas.
 
Será mejor aprovechar el momento: ¡antes de darme cuenta les estaré echando de menos! Siempre me quedarán estos polvorientos kilómetros en su compañía...

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