viernes, 9 de agosto de 2013

Día 98: cicatrices

Km recorridos (día/total): 5,2/666,4                                         Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/214

Si hubiese sabido que con los cinco de hoy me iba a quedar en la diabólica cifra de seiscientos sesenta y seis kilómetros recorridos desde mi llegada (la progresión meteórica de las últimas semanas me ha llevado ya a situarme por encima de la media necesaria para alcanzar los mil doscientos), le habría hecho caso a Alberto y habríamos vuelto por arriba, otra vez por la zona italiana, en lugar de poner rumbo directo al punto de partida. Pero estaba tan cansado, y me dolía todo tanto, que le he dicho que no podía, que mejor otro día. A veces, cuando uno se encuentra en un estado como el mío de hoy, hacer más kilómetros no aporta gran cosa...

El de hoy ha sido un día muy interesante. Por cuarta vez en más de tres meses he tenido la oportunidad de salir del recinto fortificado en el que está ubicada la base. Aunque pueda no significar gran cosa, por lo encorsetado de la salida, todo (afortunadamente) medido, planeado y estudiado profesionalmente hasta el último detalle, para mí supone un soplo de aire fresco disfrutar del trayecto de aquí a la ciudad y observar, aún mínimamente, las condiciones de vida de la población local: el tráfico caótico, las motos con tres o cuatro pasajeros, las mujeres permanentemente acompañadas de un hombre y cubiertas completamente, el río que bordea el sur de la ciudad, los check points (controles de policía),...
IMG_6045 (Custom)

Por unos momentos, uno puede olvidar que se encuentra donde se encuentra: en un país sacudido por la guerra y por el terrorismo, también ahora por las bandas de delincuentes comunes, lleno de miradas desconfiadas, de miedos y de semblantes serios, de coches que te adelantan a toda velocidad y te ponen el corazón en vilo, de gente que maneja un teléfono móvil, de niños ajenos al incierto futuro...
Pero entonces uno encuentra las visibles cicatrices de pasado y presente: soldados de aspecto desarrapado, tez morena y pelo oscuro armados con AK-47, vehículos militares, pick-ups convertidas en plataformas móviles de ametralladoras de calibre medio circulando por la ciudad,... Se respira intranquilidad: entre los puestos de enormes sandías, en los cruces, en las callejuelas sin asfaltar que van a parar a las vías principales, en el asfalto bacheado, en los parques,...

Todo ello, visto a través del cristal blindado y oscurecido, interrumpidos los pensamientos por el contínuo parloteo del intercomunicador, confiere al observador la extraña sensación, real sin embargo, de ser un extraño en un lugar hostil y lúgubre, de seguir experimentando, a pesar de haber ido más allá de los límites de la base, una terrible soledad y una ausencia total de libertad: para detener el vehículo y cruzar la calle, para tomar un té, para caminar cincuenta, cien metros, sin sentir la opresora certeza de ser un objetivo, un lobo entre leones que acechan, mirada fiera, temible, oscuras intenciones...
IMG_6051 (Custom)

Esto es un oasis en el desierto, una pequeña isla en un tormentoso mar, un claro en la jungla contemplado por miles de ojos desde la sombría protección que proporciona la densa espesura.

Este es un lugar triste, de heridas abiertas y profundas cicatrices en el cuerpo de otro, que sólo duelen el tiempo que se las mira, para después caer en el olvido, donde el sol seca la piel y el viento arrastra los despojos de inhumanidad y los cubre con una capa de fino polvo hasta hacerlos desaparecer.

Este es el sitio donde corro desde hace casi cien días, protegido por concertina, hormigón y muros de tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario