jueves, 29 de agosto de 2013

Día 117: ilimitados

Km recorridos (día/total): 9,6/887,4                                 Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/255

A Alberto y Pascual: las 3 horas no son vuestro límite; el GPS no es vuestro guía.
Podéis. Porque queréis.

Esta mañana, a las seis y media, nos hemos juntado cinco para el entrenamiento matutino. A los habituales (Pascual y Alberto no fallan) se han sumado Tabu, que se va convirtiendo en uno más y creo que al final correrá en Valencia también, y Roberto, el fisio, que se ha animado a hacer unos kilómetros con nosotros. Como ayer, entre una cosa y otra, hicimos poco, hoy hemos alargado la sesión matinal hasta los casi diez kilómetros. Lo cierto es que una vez pasado el shock inicial, el de ponerse a correr nada más levantarse, la carrera ha ido genial, y todo el grupo ha aprovechado el entrenamiento a su manera.

Parece, por otro lado, que me he recuperado un poco del cansancio de los últimos días, al menos teniendo en cuenta las sensaciones de la mañana de hoy. Todavía me falta, no obstante, descansar un poco más. De aquí a la carrera del día once seguro que todo va a mejor. De la del veintidós de momento mejor no hablar.

Hoy, no sé por qué motivo, me ha venido a la mente algo relacionado con las limitaciones que nos imponemos o nos imponen los demás. Debe haber sido porque he mantenido un par de charlas bastante intensas sobre entrenamiento, y me he dado cuenta de,que cada uno tiene fijadas una barreras psicológicas que, en muchas ocasiones, no es imposible derribar. Lo peor de todo es que, habitualmente, esas limitaciones nos las impone alguien de manera inconsciente, a base de repetir una y otra vez lo mismo: "no se puede correr a tanto", "no se puede pasar de este pulso", "hay que hacer tanto volumen", "esos tiempos son de otro nivel",... Todo se resume en un "no puedes, así que no lo intentes". Y al final ni siquiera lo intentamos, porque alguien nos ha dicho que no podemos.

A mí me ocurre lo contrario. Si me dicen que no puedo, entonces quiero aún más. Normalmente, los "no puedes" son, en realidad, un "como yo no puedo, estoy seguro de que tú tampoco podrás". Es decir, son una forma inconsciente de alimentar nuestros miedos, nuestros límites ficticios, de buscar a alguien que los haga suyos también y de paso justifique nuestras creencias.

Por eso me encanta decirle a la gente que sí que puede; que es una cuestión de trabajo, de constancia, de pasión. También, claro está, de fijarse unos objetivos realistas. En la mayoría de los casos, el realismo está mucho más allá de lo que nosotros creemos. Lo que ocurre es que nos asusta lo desconocido, y preferimos vivir en la seguridad que nos dan nuestras propias limitaciones, esas que nos obligan a movernos siempre en terreno conocido: "no puedo correr tan rápido", "no puedo llegar más lejos", "no soy capaz", "es imposible que yo haga eso", "yo no estoy hecho para...", "siempre me han dicho que...".

Estamos aquí para romper barreras, para asaltar límites, para ir más lejos, más rápido, para ser más fuertes, más constantes, para destrozar el asfalto, para marcar el ritmo que nos dicte el corazón, para pisar con ganas y dejar nuestra huella. Estamos hechos para obviar el sufrimiento físico cuando el corazón se desboca, para dejar a un lado las ganas de detenernos y no dar un paso más, la necesidad imperiosa de disminuir la velocidad.

Estamos todos hechos de la misma pasta.

Yo puedo. Yo quiero.

Cualquiera puede. Si quiere.

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