domingo, 4 de agosto de 2013

Día 93: mejor no pensarlo

Km recorridos (día/total): 5,2/602,3                                         Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/203

Ayer, después de la carrera, charlando con Alberto sobre lo que haría hoy domingo, le comenté que únicamente saldría a rodar cinco kilómetros al despertarme. Normalmente, me lo tomo con mucha tranquilidad, especialmente los fines de semana, aprovechando ese tiempo extra de que se dispone al empezar un poco más tarde la rutina de trabajo. 

El domingo, además y como ya he relatado en alguna ocasión, cambiamos las tostadas y el zumo del comedor por un capuccino y un dulce de frutas o un croissant relleno de chocolate en uno de los restaurantes de la zona, sentados a la sombra y disfrutando de, para mí, uno de los mejores momentos de la semana, en buena compañía y con buena charla.

Pues bien, ayer, como contaba, finalmente acordé con Alberto salir a rodar juntos a las ocho menos cuarto, para que él tuviese tiempo de llegar a la oficina a las nueve. Confiando en mi capacidad de despertar natural, he ido abriendo los ojos a las seis y media, a las siete y cuarto,...¡y a las siete y cuarenta y dos minutos! Hoy sí, he dado un bote de la cama, he hecho mis veinte flexiones de rigor antes de salir, me he vestido, y en cuestión de cuatro minutos estaba saliendo por la puerta, maldiciendo mi pereza, todavía entre sueños, y deseando que Alberto no se hubiese marchado ya. Por suerte, ahí estaba, un rato ya al sol, esperando a que apareciera.

La carrera, penosa al principio (creo que voy a tener que trabajar también la flexibilidad de mis tobillos: cada mañana es una pequeña tortura ponerme a tono), ha transcurrido luego tranquila, habituados ya como estamos a rodar sin esfuerzo, charlando un poco de entrenamientos y pruebas. A Alberto ya casi lo tengo convencido para venir a Valencia. A ver si a través del blog solucionamos pequeños detalles que, a día de hoy, le impiden decidirse. Desde luego, para mí sería una estupenda noticia que viniese pues significaría, en cierto modo, culminar esta preparación que hemos comenzado hace nada, pero que nos aguarda con montones de kilómetros y momentos juntos.

Es curioso, al hilo de esto, ver cómo se va conociendo la gente a lo largo de los días de carrera. A mí me decía Alberto ayer por la tarde: "Fran, estás serio. Ya nos vamos conociendo". Y yo le decía que no, que no pasaba nada. Ese simple detalle me ayudó a sentirme un poco mejor, más atendido, más cuidado. No estoy solo, ni siquiera aquí.

Y poco a poco ha ido transcurriendo este caluroso domingo. Esta tarde me la tomaré de relax, sin calzarme las zapatillas, a ver si cojo fuerzas para la semana que entra. De momento, cierro esta con otros setenta y cinco kilómetros más en las piernas. En breve, tal vez esta semana, tocará subir un poco. A ver si, con un poco de suerte y dedicación, me aproximo a los noventa.

Por cierto, hoy he alcanzado los seiscientos kilómetros totales recorridos (y las cinco mil flexiones hechas, como adelanté ayer). Diría que ya llevo la mitad de kilómetros, aunque me temo que, finalmente y con el objetivo señalado a la vista, son algunos más los que me quedan por cubrir. ¿Setecientos? ¿Ochocientos?

Mejor ni lo pienso.              

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