viernes, 30 de agosto de 2013

Día 119: el escritor de cuentos

Km recorridos (día/total): 14/911                                     Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/259
 
A pesar del viento que todavía anoche soplaba con fuerza, el día ha amanecido limpio y claro, de tal forma que se alcanzaban a ver, cierto es que no con total nitidez, las montañas más al este. La brisa era suave y fresca, el sol calentaba menos que de costumbre y el cielo, como en casi la totalidad de los cuatro meses que ya han transcurrido desde mi llegada, estaba despejado.
 
Casi sin darme cuenta, se ha hecho efectivo un aumento del volumen de la carrera matinal. De los cinco kilómetros doscientos metros habituales he pasado al menos a nueve y medio. Así, casi sin querer, tendré cada semana una base de setenta kilómetros de forma gratuita, más lo que luego haga por las tardes. Desde luego, es mucho más de lo que jamás habría soñado correr. Hoy me ha sorprendido comprobar que durante los últimos treinta días he corrido trescientos cuarenta y nueve kilómetros. Todo un record para mí.
 
Como ayer, a causa del polvo en suspensión, decidimos cancelar el entrenamiento de la tarde, hoy hemos retomado la actividad con ganas, aunque muertos de sueño, a las seis y media de la mañana, para un total de catorce kilómetros en los que he tenido unas sensaciones estupendas. Alberto no las ha tenido tan buenas, pero ha finalizado contento después de que hayamos llevado a cabo una sesión de aeróbico extensivo y rápida a la vez.
 
El incremento de volumen mañanero nos vendrá bien también de cara a acostumbrar al organismo a correr a esas horas con más intensidad y durante más tiempo de lo que hasta ahora veníamos haciendo. La carrera de diez millas del día once será una buena piedra de toque para comprobar qué tal responden nuestras piernas a tan temprana exigencia. De acuerdo a lo visto hoy, no tienen por qué hacerlo mal, después de todo. Aún así, será muy positivo de cara a la preparación ir desplazando la intensidad de la tarde a la mañana, y dejar las últimas horas del día para rodar en extensivo o regenerar un poco.
 
Luego, el día me ha deparado una sorpresa muy agradable. Hoy he conocido a un escritor de cuentos. Aquí. En Afganistán. Una persona amable y de conversación muy agradable, entregada a nobles causas a través de la literatura, de los cuentos para niños. Uno nunca sabe cuándo, en qué lugar o de qué forma suceden determinados acontecimientos, en ocasiones intrascendentes, aunque a veces, como hoy, sorprendentes y magníficos preludios de posteriores encuentros. Presiento que el de este mediodía ha sido el primero de muchos. Me encanta cuando alguien habla con pasión de algo. Entonces, se para el tiempo y se reducen las distancias. Adoro esa sensación de atemporalidad y de proximidad.
 
Después de un intenso e interesante entreno de BJJ me siento, a estas horas, completamente vacío. Mañana a las siete, un poco más tarde que de costumbre, me espera Alberto para rodar un rato. Hoy pensaba en lo mucho que deseo mantener este hábito de correr cada mañana cuando regrese a casa. Aquí el sol sale de entre las montañas. Allí, más perezoso, de entre las olas.
 
Dos tercios de misión.
 
Cómo echo de menos el mar.
 
Y los cuentos.

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