miércoles, 5 de junio de 2013

Día 33: media sonrisa

Km recorridos (día/total): 2/154                                           Vueltas dadas al perímetro (día/total): 1/77

¡Qué día tan largo! Llevo desde las seis y cuarto de la mañana dando vueltas para arriba y para abajo, llevando a unos y trayendo a otros, buscando mochilas desaparecidas misteriosamente que luego han resultado estar donde primero busqué, contestando correos, dejando sonar el móvil a la hora de la siesta porque me negaba a contestar llamadas que podían esperar a otras horas más prudentes, imprimiendo invitaciones, visitando a gente,...
 
 
Entre todo este maremágnum de intrascendencia, esta mañana a mediodía me pasé por el hospital, y allí estaban atendiendo a un pequeño de cuatro añitos, los labios pálidos y el gesto serio, pero ajeno a toda la gente de alrededor, seguramente sin comprender por qué es el centro de atención de todo el que pasa, con un par de globos en la mano, subidito en la camilla. Me he agachado un par de minutos a su lado, y con ayuda del intérprete le he preguntado cómo se llamaba, cuántos años tenía,...Al final, con mucho esfuerzo, he conseguido arrancarle media sonrisa. Los niños son niños en todas partes, aunque las infancias, por desgracia, no sean infancias en algunos lugares.
 
OPIO_E~1Poca importancia tiene, pues, que hoy haya completado una vuelta más a mi circuito, a toda prisa entre una cosa y otra. Y por la tarde, otra vez me ha asediado un intenso dolor de cabeza, que va y viene según el día, con la escasez de horas de sueño y los cambios de presión. No sé qué relación hay, pero cuando hay más nubes de polvo en el ambiente, peor. A primera hora de la mañana, las montañas que ayer se veían vagamente en el horizonte, hoy se intuían débilmente, y en algunas zonas ni se adivinaban. Si sigue así, mañana imaginaré que están ahí detrás, camufladas por el color tierra que invade todo.
 
 
Lo que sí haré, espero que sin falta, es una buena sesión de estiramientos en el gimnasio. Noto que me hace verdadera falta. Eso, y ponerme a lavar ropa de deporte acumulada. Lo último me tocará hacerlo a mano, porque los lavados a 40 grados y las secadoras de aquí no son nada recomendables para una prenda que se aprecie mínimamente. Por suerte, ya me hice con un barreño, detergente, pinzas y cuerda. Bonita estampa quedará en mi habitación a mediodía, con la ropa tendida entre la cama y la puerta.

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