viernes, 14 de junio de 2013

Día 42: no son horas para un cinco mil

Km recorridos (día/total): 7/197                                           Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/97

Si esta mañana, cuando he empezado a rodar a las seis menos cuarto, hubiese hecho caso a mis sensaciones, seguramente me habría vuelto a la cama, o habría decidido afrontar la carrera de otra manera. Pero no aprendo, o no quiero aprender (David lo sabe bien. Por cierto, me he acordado de él un montón cuando calentaba: las competiciones no son iguales cuando se calienta solo), y a pesar de saber que no estaba para tirar cohetes, he sido fiel a mi filosofía de carrera, que es la que llevo practicando desde que recuerdo: darlo todo desde el primer metro, y el que quiera y pueda, que me siga.

Así he salido también esta mañana, con muchas ganas a pesar de todo, a muerte y a ver que pasaba. En seguida se ha formado un pequeño grupo de cuatro o cinco corredores entre los que me encontraba, junto a Jesús Manzanares, mi favorito para ganar la carrera, un americano, un italiano y otro español. Al llegar al primer kilómetro había que hacer un giro de 180 grados y desandar lo andado.
Salida de la prueba (foto de Casto Martínez)
Salida de la prueba (foto de Casto Martínez).

En ese punto, por un pequeño error de señalización, me he ido recto, el americano ha visto en el último momento la señal de giro pintada en el asfalto, ha girado y se ha llevado por delante a Jesús, que se ha ido al suelo, afortunadamente sin consecuencias, salvo un pequeño rasguño.

Yo he perdido unos metros que han sido definitivos pero que, para ser sinceros y viendo como iba la carrera, habría perdido tarde o temprano. Se me han ido tres por delante, aunque en los dos kilómetros y pico de la recta que bordea la zona de vida he podido pasar al tercero en discordia. Por delante, Jesús y el americano se habían ido definitivamente, y por detrás, un italiano se mantenía a unos incómodos para mí veinte o veinticinco metros. Lo malo es que yo, aparte de contra los kilómetros y las sensaciones, he tenido que pelear por no tener una descomposición estomacal que, por momentos, me ha hecho temer lo peor: tener que pararme por imposibilidad física.

Así han transcurrido los kilómetros hasta meta. A falta de un kilómetro Jesús se ha marchado del americano, y yo he mantenido una agónica lucha por mantenerme en carrera y no ceder el tercer puesto, imposible como me ha resultado dar caza al que marchaba en segundo lugar. En algún momento he creído que el italiano me alcanzaría, aunque finalmente no ha sido así, a base de mantener una pequeña batalla psicológica con él: cuando había una curva y me perdía de vista, apretaba, para que al llegar al giro viese que me había despegado nuevamente.
 
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Tomando la primera curva (foto de Casto Martínez).
Al llegar, decía que si hubiese habido veinte o treinta metros más me habría cogido. No lo creo, pero no le he respondido. Es lo que tienen las carreras: la distancia es fija y cada uno juega sus cartas en función de la misma y de sus propias fuerzas. Lo que hubiera sido o dejado de ser no viene a cuento, y al final cada uno termina en el sitio que le corresponde. Lo demás sobra.

Hoy no terminaré la entrada sin agradecerle enormemente a mi compañero Casto Martínez el madrugón y el pedazo de reportaje fotográfico que ha hecho. No eran horas, y sin embargo, allí ha estado, haciendo mil fotos que me han alegrado la mañana no sólo a mí, sino a todos los que se han visto retratados en pleno esfuerzo por su cámara. ¡Gracias!

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