domingo, 30 de junio de 2013

Día 58: a base de kilómetros

Km recorridos (día/total): 7/309,6                                      Vueltas dadas al perímetro (día/total): 2/139
 
"Puede ser que el mar domine tus horas, o que toda tu risa le gane ese pulso al dolor".
Dani Martín.
 
Como dice Nacho, mi compañero de habitación, cada vez que salgo a primera hora, paso por al lado de su cama y le digo: ¡vamos a correr!, esta mañana estaba "mazao", así que me han dado las ocho antes de que fuese capaz de levantarme, protestando para mis adentros, bostezando, soñoliento, dolorido,...me he puesto las Ghost 5 (antepenúltimo día de utilización: después de las dos carreras de esta semana las jubilaré) y me he puesto a rodar. Eso sí, muy despacio al principio, que me cuesta unos minutos coger el ritmo y desentumecer los músculos pero, sobretodo, las articulaciones, especialmente las de los tobillos.
 
Luego, el domingo ha sido mucho más tranquilo de lo que en principio se preveía, así que me lo he tomado con mucha calma, relajado, que para algo es domingo aunque haya que ir a la oficina. A decir verdad, lo necesitaba, después del día de ayer, emocionalmente tan duro, tan alegre y tan triste a la vez, tan cargado de risas, tan contenido en llantos.
 
Y hoy, que no sabía de qué escribir (algo se me habría ocurrido, pero a veces cuesta), me he llevado la alegría de poder, por fin, después de dos meses, charlar un buen rato con mi gran amigo David y pensar que, por qué no, él era un buen motivo para esta entrada. Yo sé que seguramente se sonrojará un poco al leer esto, pero no puedo ocultar que, como le he dicho, es para mí una permanente fuente de inspiración.
 
Hemos charlado un poco de todo: de mi vida en Afganistán, de cómo van las cosas por allí, de los kilómetros que haremos juntos a la vuelta, de las sesiones de pista que pensamos implementar, del blog, de los amigos a los que echo de menos, de nuevos proyectos, de nuevas ilusiones, de cómo se añoran unos vaqueros y una camiseta, una paella en casa y una carrera por la orilla de la playa.
 
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David es, probablemente, la persona más humilde y sensata que conozco. Como me dijo una vez, sabe escuchar. Y tiene la misteriosa capacidad de hacerte sentir mejor sin apenas decir nada. Hoy me ha comentado que de vez en cuando comparte lo que lee en el blog con su gente. Es uno de los mejores halagos que me han hecho nunca. Así, como es él. Sin apenas decir nada.
 
Me siento muy afortunado. Mi experiencia en Afganistán, a pesar de los momentos difíciles, de la separación y de otros muchos aspectos, está siendo muy enriquecedora. Tal vez, entre otras cosas, porque, como le decía a David, aquí (aunque no sólo aquí) uno aprende a apreciar lo verdaderamente importante.
 
A base de kilómetros y kilómetros, de frío y de viento (aquella mañana en el Garruchal, ¿te acuerdas?), de mil conversaciones y un millón de silencios (porque he pasado ratos muy duros, de los peores, a su lado), se termina conociendo bien al que corre contigo. Por la respiración, porque se deja caer medio metro, porque baja un poco la cabeza y se le hunde la mirada...
 
Máquina, tienes reservadas las páginas centrales de este pequeño libro que es mi vida.
 
Y no dejaré nunca de agradecértelo.

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