lunes, 10 de junio de 2013

Día 38: en el espacio exterior

Km recorridos (día/total): 6/176                                           Vueltas dadas al perímetro (día/total): 3/88
 
¡Qué trabajo me ha costado levantarme esta mañana! Entre una cosa y otra, al final anoche me fui a la cama pasadas las doce, y hoy a las seis y media ya estaban cantando los grillos de mi iPhone en la mesita de noche. Como buen lunes que es, han tocado cambio de sentido (esta semana daré vueltas en el sentido horario) y de zapatillas (mis Brooks Cascadia 7 azules, que me hacen un poco de daño en el meñique, aunque me da igual), y me ha tocado hacerlo solo, porque por un motivo o por otro, esta mañana no ha aparecido nadie a la hora señalada. Por suerte, me encanta correr solo.
 
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Luego el día ha dado mucho de sí, principalmente porque he tenido la oportunidad de salir de aquí, después de casi cuarenta días, salvando la breve mañana en Qala-e-Nao de hace un mes, y pasar una mañana fuera. Cierto es que la situación en el país no es, a día de hoy, la más idónea , y que los acontecimientos recientes le hacen sentirse a uno muy vulnerable. De hecho, en el trayecto de esta mañana, de unos escasos diez minutos, cada vez que nos cruzábamos con otro vehículo el corazón hacía amago de esconderse en el pecho, tras el chaleco de protección, pero un poco más profundo, como si eso le pudiese proteger, llegado el caso, de la latente amenaza externa.
 
Afortunadamente, la mañana y parte de la tarde han sido muy tranquilas y en grata y muy preparada compañia, con lo cual el disfrute de la breve aventura al espacio exterior ha sido máximo, a pesar del sol y del viento que durante más de tres horas ha arrastrado todo el polvo de la provincia de Herat, podría decirse, directamente a mis ojos y a mi cámara de fotos.
 
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Este lunes ha sido, pues, verdaderamente intenso, y aunque ahora tenga los ojos irritados y una sensación de cansancio me invada desde hace horas (el chaleco antifragmentación y el casco pesan lo suyo, y han sido compañeros inseparables hasta la hora de comer, y después en el camino de regreso), creo que ha merecido la pena tener la oportunidad de comprobar, aún brevemente, que ahí fuera hay un país que lucha por controlar la hemorragia que lleva desangrándolo durante más de treinta años.
Y aunque algunos se empeñen en meter a todos en el mismo saco, a mí me da mucha pena ir conociendo a personas que, invariablemente, son arrastradas por la desesperanza.
 
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